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Beomgyu odiaba a su padre, pero amaba su billetera y grandes acciones como hombre influyente en el rubro emprendedor de "Choi's Corporations".
Un chico riquillo y engreído más, que vivía bajo uno de los apellidos más poderosos de todo Corea del Sur, Choi Beomgyu. Cualquiera que escuchara su nombre sabría de quién se estaba hablando, todo gracias a la gran fama que ganó de manera emblemática su padre, dueño de una corporación internacional multimillonaria con vínculos jugosos y bañados en oro, pero también imágen de grandes reconocimientos y premiaron por su desenvolvimiento en el campo de inversiones y emprendimientos revolucionarios.
Gyu al ser menor y único hijo del señor Choi, sería gran sucesor de su padre, o eso era lo que se deseaba mostrar. En una apariencia sin censura, Beomgyu era el hijo perfecto que gozaba de salud y belleza sin igual, dotado de conocimientos múltiples que adquirió gracias a los profesores privados que su padre le otorgaba. Dueño de toda una isla por regalo de su progenitor, era también conocido por ser un jóven egocéntrico que creía que con dinero podría comprar absolutamente todo. Amaba la atención que se le prestaba y también adoraba el dinero, derrochar aquello en vanas cosas que llegaban a ser innecesarias, pero Choi siempre las quería porque, podía comprarse todo lo que deseaba. También conocido por ser gran icono de la moda, gracias a haber asistido a varios desfiles y también desfilado para marcas de lujo puro, siendo así uno de los 100 primeros rostros más bellos del mundo, categorizandolo en un punto alto de fama y riqueza.
- Tráeme un champagne. - Mandó Gyu a una de sus sirvientas. Era un día hermoso y soleado y que mejor manera de recibirlo mientras estaba acostado tomando el sol, leyendo una revista Dior.
El sonido de zapatos resonó. Al bajar un poco sus lentes, observó la silueta de su padre ingresar. Estaba con su típico saco, vistiendo formal aún en un día caluroso.
- ¿Qué sucedió, Padre? - Subió la mirada para ver el rostro de su padre. Se notaba tranquilo, era algo que muy pocas veces solía suceder. - ¿A qué se debe tu tal importante y brillante visita? ¿Quieres tomar el sol conmigo?