Prólogo

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Hace muchos siglos cuando los hombres eran denominados caballeros honestos y valientes, las mujeres eran consideradas doncellas inocentes y enamoradizas y las hadas diminutas y fugaces seres de luz, un suceso lo cambió todo...

En el Bosque Broncéliande, en Gran Bretaña, una justa y dolida hada llamaba Viviane protegía el páramo. Viviane no había tenido una infancia fácil, su madre, un hada del bosque, murió al dar a luz a la pequeña y Dymas, su padre, la abandonó a su suerte dejándola a merced de las criaturas mágicas del bosque.

Viviane creció siendo parte del bosque, hasta que se enamoró de Merlín, un hechicero que, gracias a su relación con el hada que gobernaba el bosque, logró convertirse en uno de los magos más famosos reconocidos mundialmente. Fueron esta intrépida y curiosa pareja, los que con devoción y amor criaron al valeroso caballero Lancelot. Este después de tener una dulce pero severa crianza, fue reconocido por el gran Arturo y fue uno de sus caballeros de la mesa redonda.

Sin embargo, no todo fueron alegrías y amor en la vida de Viviane, el abandono de su padre generó en lo más hondo de su alma un sentimiento de soledad y despecho indescriptible. Por ello, dedicó su vida a hacer justicia en el bosque, creando una fuente mágica donde no solo curaba enfermedades habituales de la época, sino que, además, creaba hechizos irrompibles, o eso creía ella.

El bosque era un lugar idílico, robles gigantescos, hidras llenas de vida, rincones llenos de las flores más exóticas y coloridas, un lugar donde el amor podría crecer casi sin querer. Es por eso, que muchos caballeros de la época invitaban a pasear a sus damas. Allí, en mitad de ese paisaje de fantasía les prometían amor eterno, una vida plena junto a ellos, una vida sin preocupaciones, rodeados de niños y felicidad.


Las damas, inocentes y enamoradizas, se creían sin pestañear cada palabra que los caballeros recitaban como si de memoria se lo supiesen. Ciegas por el amor y las ansias de una vida plena y segura, se abalanzan a sus caballeros, como si ellos fueran el aire que respiraban y les daban todo lo que ellos deseaban.

Muy a su pesar, esa vida de ensueño que les habían prometido, nunca llegaba. Después de una noche o tarde de pasión, promesas y halagos, los caballeros, que realmente eran hombres de familia casados, tendían a dejar a las damas adormiladas en el bosque y nunca jamás regresaban. Si por algún casual coincidían en el pueblo, y ellas osaban a recriminarles nada, ellos reían, tachándolas de promiscuas y subrayando la deshonra que eran para la familia.

Finalmente, estas pobres y avergonzadas damas terminaban refugiándose en el frondoso bosque donde nadie pudiese juzgarlas. Allí, entre los helechos aparecía cómo un hada madrina Viviane, sanando las heridas con algo más eficaz y fuerte que la magia, el amor.

Viviane, cansada de tanto dolor por cobardes mentirosos, aprovechó un hechizo que Merlín le confesó después de una noche de pasión. Este misterioso hechizo, conseguía aprisionar a una cantidad indefinida de hombres, sin necesidad de muros ni cadenas.

En esa época, Viviane era un hada que además de realizar los hechizos más poderosos del momento, también tenía la divina capacidad de conceder los mejores dones a los que eran merecedores de ellos. Por lo que, en un acto de justicia y venganza, Viviane llevó a cabo las dos cosas que mejor sabía hacer.

Con la excusa de celebrar una velada romántica solo para los caballeros y damas casaderos y casaderas de la época, Viviane reunió a todas las damas deshonradas y a los caballeros responsables de ello en el bosque. Para cuando éstos se dieron cuenta de la estratagema del hada, ésta ya había conjurado su hechizo.

El hechizo que aprisionó a los caballeros, relataba que, durante el día los hombres podrían visitar la ciudad, pero solo en forma de dragones enormes y brillantes y únicamente por la noche, en forma humana, podrían recorrer solamente el páramo del bosque. Las damas, las cuales ya vivían en el bosque, recibieron el don de ser las más bellas e inteligentes y el maleficio de ser por siempre ninfas, debido a su ingenuidad por haber creído las palabras de los infieles.

Los hombres, avergonzados por su aspecto, se refugiaron en el castillo Camper para la eternidad, y las ninfas, se acomodaron en el lago que estaba rodeando el castillo, custodiando que ningún hombre consiguiese escaparse.

Cómo toda maldición, tenía fórmula para deshacerse. Sólo la mujer capaz de amar el interior del hombre más bello del castillo, conociendo esa personalidad fría y calculadora, podrá romper el maleficio. Mientras tanto, el bosque esconde su magia y a sus habitantes invisibles para la raza humana, y los habitantes a medida que pasan los siglos, pierden cada día más la esperanza de volver a ser libres.

La maldición de los infielesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora