Peperina

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Lunes de nuevo, me quiero matar.

Me levanto de la cama, pongo música y me cepillo los dientes.

Por Dios, estoy horrible, tengo todos los pelos parados y unas ojeras enormes ¿A qué hora me dormí ayer? Bueno, realmente no importa.

Me baño mientras tarareo una canción que escuché por ahí, el agua está fría y creo que me entró jabón al ojo, pero si no me apuro voy a llegar tarde al trabajo.

- ¡Má! ¡¿Me traes una toalla?! ¡Má! ¡¿Escuchas?!

Seguro está dormida, pero yo sigo mojado...

Salgo del baño para buscar algo con que secarme, total solo somos ella y yo, la veo y confirmo que está dormida, ayer no la vi volver a casa...

Le dejo una notita diciendo que me fui y le doy un beso en la frente, no soy tan dulce usualmente, así que no se acostumbren.

En el ascensor hay otras tres personas, una familia, están llevando a su hija al primer día de jardín, a veces siento envidia de esa nena, ojalá yo hubiera ido al jardín, ojalá yo hubiera podido tener a mis papás que me acompañen, pero no puedo quejarme, mi mamá siempre hizo todo por mi, bueno, todo lo que pudo...

La calle todavía está vacía a esta hora, seis de la mañana. No me importa que mi horario de entrada sea siete y media, a mi me gusta salir ahora, todo está en silencio y ningún auto me toca bocina por ir lento con la bicicleta, es un tiempo perfecto, las únicas personas que pasan son viejitas y ya de tanto verlas empiezan a saludarme, preguntarme como van las cosas y darme esa dulce mirada que siempre hace que mi día empiece mejor.

- ¡Buen día Gladis! Le sonrío y ella me saluda con la mano

El local está vacío, hoy me toca abrir. Trabajo en un café hace dos años, es lindo, chiquito, pasan buena música y generalmente está vacío. Empecé a trabajar ahí a los catorce años, cuando la situación económica empezó a ser complicada para mi mamá ¿Que podía hacer? ¿Quedarme quieto y hacer que consiga un tercer trabajo? Ni muerto.

Mi rutina era más o menos así, me levantaba, me preparaba, saludaba a las viejitas, venís a trabajar, almorzaba en el café y a la tarde iba al colegio, donde no me iba tan mal. Nunca fui un chico rebelde, tampoco me gusta estudiar, pero... no se como explicarlo, digamos que estudio solo lo que me gusta y con todo lo demás me conformo con un "aprobado"

El local ahora estaba abierto, yo estaba acomodando las sillas hasta que una chica entró. Alta, pelirroja de pelo corto ondulado, tenía un uniforme de colegio , usaba anteojos grandes celestes y tenia puestos unos audífonos blancos enormes, el volumen estaba tan alto que podía escuchar su música, reconocía la canción...

"Peperina", mi mamá me la ponía de chiquito.

Le trato de hablar preguntándole si va a querer pedir algo, pero no me escucha, así que le toco el hombro para tratar de llamar su atención.

- "Pepe", ¿vas a pedir algo? Le digo mientras se saca los audífonos, avergonzada ¿quien me creo para ponerle un apodo tan rápido?

- ¿Tienen té de frutilla?

- En un minuto...

Ella sonríe mientras se vuelve a poner sus audífonos y sube el volumen al maximo ¿debería avisarle que puedo escuchar lo que escucha? 

Cuando vuelvo de la cocina con su té veo que tiene un libro enorme apoyado en la mesa, está leyendo "Taltos" el tercer libro de la saga de "Las brujas de Mayfair" de Anne Rice. No pregunten como se tanto de libros, antes del café trabajaba en una biblioteca, pero me echaron por ponerme a leer en el horario de trabajo ¿no es irónico?

Té de FrutillaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora