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Era un nuevo día.
Podría seguir durmiendo bajo mis cálidas mantas. Sí, eso podría hacer, sin embargo, estaba haciendo calor y era inevitable que todo el reflejo que generaba el sol me golpee en la cara.
El sol.
Ayer conocí a una persona que reflejaba esa vibra. Como el sol.
Ayer... Ayer fue un día muy loco.
Pero ya tenía que levantarme de mi cama para salir hacia el estudio de danza.
Hoy no tenía que asistir a la escuela, pero de todas formas tenía que levantarme a la misma hora. Bailar pasó a ser algo más que un pasatiempo, enserio me gustaba.
— ¡Minho ya es hora de levantarse!
Escuché eso y no dudé en alistarme lo más rápido posible.
Oh... mis padres.
Seguro me harían un interrogatorio.
Bajé al comedor una vez que tuve listas mis cosas para desayunar.
Había un plato de avena de chocolate, muy rica en verdad. Mi favorita de hecho, ¿cuál sería el costo de este plato de avena?
— Minho.
— ¿Si papá?
— Ayer llegaste algo tarde...
— Mmm si.
— Y... ¿No nos vas a explicar?
— Es mejor que le cuentes, ya sabes cuanto le interesa el chisme a tu padre.
— Hey hey, estoy seguro que tu también quieres saber.
— Bueno es una historia muy rara. No creo que la quieran escuchar.
— ¿Ni por una propina?
— Que les puedo decir, en un gran resumen. La tarde de ayer me fue bien, luego mal, luego bien, luego muy mal, y finalmente muy bien. Incluso hice amigos nuevos.
— ¿Eso es todo?
— Pues sí.
— Bueno, me voy a prender el auto.
— Terminé mi desayuno.
— Ya terminé, voy subiendo.
Agarré mi bolso, mi celular y una botella de agua.
Mi padre condujo hacia el estudio.
— Paso por ti luego.
Quedamos en silencio.
— No te voy a contar nada más por ahora.
— Ah.. Nos vemos.
Entré.
Fui directo a mi clase e hice los calentamientos necesarios, empezamos con una nueva coreografía esta semana, llena de saltos, por lo que fue cansada.
Entrené poco más de dos horas. Seguro mi padre está en camino.
