Ya era diciembre y diciembre significa fiestas, familia y, sobre todo, postres.
En la familia de AimeP3 no había restricciones ni reglas que impidieran a uno crear todo tipo de manjares. Dulces, salados, con o sin azúcar, pequeños o grandes.
La comida transporta a uno a todo tipo de recuerdos también.
A través de ese sentido del gusto, ese del que uno no se deshace.
AimeP3 quisiera que fuera de otro modo, porque esa noche le cambió la vida y su paladar se lo recuerda.
Su primer postre: yogurt con nueces incrustadas y chocolate atrás.
Todo iba tan bien. Su familia iba a estar tan orgullosa de ella.
Por primera vez iba a traer honor a la familia.
Pero en un dramático giro inesperado de los hechos... Su postre, su navidad y siu vida, quedarían manchados por la tragedia.
La parte de atrás de su postre... la que había decorado perfectamente con chocolate que por su puesto se había derretido igual de perfectamente, estaba arruinado.
Alguien le había metido la mano, revolviendo la mezcla. No era una simple travesura, no era un acto de gula. No. Esto no se trataba de un daño colateral de los instintos más bajos del ser humano.
Era sabotaje.
Volteó a todos lados, buscando a un posible culpable.
Un niño con la mano manchada sonreía.
—¡Arruinaste la Navidad! —gritó AimeP3 desesperada.
Sólo obtuvo una risotada malévola como respuesta.
—No, no arruiné la navidad... Arruiné tu navidad.
El niño nunca se disculpó, creció para convertirse en este wey:
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AimeP3 no se pudo librar del trauma.
Ahora cada que intenta recrear el dulce postre que se le fue arruinado aquella amarga noche, su corazón se le desprende del pecho y solo es capaz de imitar el yogurt que quedó después de la tragedia.
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