El lugar estaba casi completamente a oscuras si no fuera por las velas que reposaban en las bocas de los cadáveres que adornaban el techo de los pasillos. Era un paisaje vomitivo. La sangre corría de los cuerpos como si estuvieran recién muertos, pero el olor que desprendían era como si llevarán días en descomposición. No sabía hacía donde me dirigía, pero estaba claro que debía avanzar hacia delante.
De las paredes escurría una especie de líquido grisáceo, pegajoso y con un olor fetido. Trataba de mantener la calma, pero gritos escalofriantes recorrían todos los pasillos de aquel que, por su apariencia interna, parecía una especie de laberinto gigante. Cada paso que daba estremecía mi cuerpo, el cual estaba completamente desnudo.
Avanzando un poco más por aquel laberinto me di cuenta que estaba cambiando en círculos.
-Bueno, no sé cómo mierda estoy haciendo esto.-
Pensé, ya que era una tontería que estuviera dando vueltas sobre mis pasos en un maldito laberinto. Los gritos se volvían más intensos con forme avanzaba. Algunos cuerpos se movían de vez en cuando, como si aún estuvieran vivos; eso era algo que me helaba la sangre.Sin esperanzas ni fé, de cierta manera llegué a lo que parecía ser un pequeño punto de descanso dentro del laberinto. Había una silla de piedra y lo que parecía ser una antigüa mesa de madera con algunos libros y una pequeña vela que alumbraba el lugar. Me senté un poco a descansar, aunque no me sentía cansando. Fue más que nada por pura inercia. Tomé un libro y al querer leerlo, grande fue mi sorpresa al descubrir que no podía leerlos. Los libros estaban escritos en algún idioma que desconocía en su totalidad, pero lo más extraño era que no se parecía a algún otro que conociera. No era inglés, ni alemán, ni francés... Ni siquiera se parecía al jodido ruso, aún así, los extraños símbolos no se parecían siquiera a los jeroglíficos egipcios. Era un idioma totalmente desconocido para mí.
Seguí avanzando por aquel laberinto. Ya había pasado otros dos puntos de descanso, pero en ellos solo se encontraban aquella silla de piedra y mesa de madera con libros. Nada importante, realmente. Luego de caminar por lo que parecía ser una eternidad, llegué a una puerta. Era una puerta grande, de madera con detalles en hierro. Traté de abrirla, pero mis intentos fueron en vano. Aquella pesada puerta no cedía ante mis golpes. De pronto, escuché pasos del otro lado que se acercaban poco a poco. Estaba aterrorizado en ese momento, sin siquiera saber el porque. Mis piernas querían correr, pero mi cuerpo no respondía. Escuché una voz muy gruesa hablando, pero al igual que los libros, no podía entender que es lo que decía.
El silencio inundó el lugar. Solo escuchaba aquellos pasos que se acercaban amenazantes. No sabía que pasaba, pero al parecer mi cuerpo si.
Al abrirse la puerta, salió de ella una enorme figura con un gran gancho de carnicero en sus manos... En ese momento entendí que me uniría a aquellos cuerpos que tanto me acompañaron en mi camino.
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Pesadillas: Desventuras de una mente retorcida.
HorreurEn esta obra se recopilarán sueños que yo mismo he tenido, claro, agregando un extra para poder completar las historias cortas. También se mostrarán algunas historias que han pasado por mi cabeza y que con el tiempo les he estado tratando de dar un...