Es un angel

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¿Lo estoy haciendo bien, mamá?

La niña se despertó de golpe. ¿Qué había pasado? ¿Dónde se encontraba? No le resultaba un lugar conocido. Se frotó los ojos y se tocó la cabeza. La tenía vendada. Claro. Iba con sus padres en el coche y alguien había invadido su carril. ¿Y sus padres? El miedo a que les hubiese pasado algo se introdujo en su cuerpo, pero se tranquilizó tan pronto una mano la acarició.
- Por fin has despertado – le sonrió su madre – Me tenías preocupada.
- ¡Mamá! – la abrazó como pudo, sin levantarse de la cama – ¿Dónde está papá?
Su madre le acarició la cabeza al tiempo que le explicaba:
- Tu padre y yo tenemos que ir a otros países por el trabajo, así que tendrás que ir con mi amiga Alice.
La niña recordaba a la amiga de su madre. Alice vivía en otro país, pero su madre y ella seguían viéndose unos días al año. Era una persona muy amable y le gustaba. Siempre la trataba bien.
- Me gusta Alice, pero quiero estar con vosotros.
La madre la abrazó.
- Será una temporada. Después volveremos a estar juntos. Toma, te he traído tu ropa.
Su madre le dijo que se sacase la venda, se vistiese y que ella la estaría esperando en la entrada del hospital. La niña se apresuró. No entendía por qué su madre no la esperaba. Seguramente tenía algo que hacer.
Salió de la habitación y caminó con miedo a través de los pasillos. Afortunadamente, la salida estaba bien señalizada, por lo que no tardó en abandonar el hospital. Su madre la esperaba en la calle.
- Necesitarás esto – dijo metiéndole en los bolsillos dinero y su documento de identificación.
- ¿Y mis juguetes y ropa? – se extrañó la pequeña.
- No te preocupes. Alice se encargará de todo cuando llegues allí. Ahora, quiero que seas una niña mayor y tú misma le digas al taxista a dónde ir y le pagues.
La niña asintió y, guiada por su madre, entró en un taxi.
- Al aeropuerto, por favor.
El taxista la observó con compasión y se dirigió a su destino.
- ¿Lo estoy haciendo bien, mamá? – le preguntó.
Su madre asintió al tiempo que sonreía.
Al llegar al aeropuerto, la pequeña pagó al taxista y luego siguió a su madre, que le explicó:
- En el avión tendremos que ir separadas, pero no te preocupes. Dirígete a aquella ventanilla y enseña tu documento. Después haz caso a las personas que ellos te digan. Te cuidarán en el avión. Si tienes sed o hambre, tienes dinero para ello. No te preocupes y pregúntales lo que no sepas. Cuando bajes del avión, ve al baño. Yo también iré, y luego podremos ir juntas a casa de Alice. ¿Has entendido?
La niña sonrió y asintió. Haría que su madre estuviese orgullosa de ella.
Se dirigió a la ventanilla, donde mostró su documento. Allí comprobaron que tenía el vuelo reservado. Tras ello, una chica estuvo siempre con ella, ayudándola y guiándola.
La espera para entrar en el avión se le hizo larga, pero el viaje no. Era la primera vez que subía a un avión y le había sorprendido. Cuando aterrizaron, pidió permiso para ir al baño. Su madre estaba allí, esperándola.
- Lo has hecho muy bien – la felicitó – Ahora vendrás conmigo y cogeremos otro taxi. Como no sabes el idioma, te he escrito la dirección de Alice aquí. Dale este papel al taxista. Hoy te harás mayor.
La niña sonrió ante las palabras de su madre y, siguiéndola, salieron del aeropuerto. Tomaron un taxi. El taxista dijo algo que ella no entendió, pero al tener a su madre a su lado no tenía miedo, por lo que le dio el papel con la dirección. Se pusieron en marcha y el viaje fue bastante largo. Al llegar a su destino, la madre la abrazó.
- Ahora vivirás con Alice. Yo tengo que volver con papá. No te olvides de nosotros.
Volvió a abrazarla fuertemente y le señaló la casa. La pequeña tocó el timbre y Alice abrió la puerta.
- Vaya, si es la pequeña Marta – se sorprendió – ¿Qué haces aquí?
- Mamá dijo que me cuidarías mientras mis padres trabajaban.
Alice la abrazó mientras unas lágrimas brotaban de sus ojos.
- Claro que cuidaré de ti, Marta – dijo Alice mientras veía por encima del hombro de la pequeña como su amiga desaparecía entre lágrimas y una sonrisa

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