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19 de marzo del 2019
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Mal no había planeado estar sentada en el suelo de su baño con una prueba de embarazo positiva en la mano, tres meses después de casarse.

Ella y Ben eran muy jóvenes, ambos habían decidido esperar hasta graduarse de la universidad para tener hijos. Con veinte años recién cumplidos, sabía que estaban muy lejos de terminar sus estudios y definitivamente no se sentían como adultos lo suficientemente responsables como para cuidar de un bebé.

Esto no se parecía en nada a lo que habían planeado.

—¿Mal, estás bien? —la voz de Jay, ahogada tras la gruesa puerta de roble, la devolvió a la realidad.

Recordó que sus amigos estaban en su habitación, esperando a que ella les dijera que solo se trataba de una falsa alarma.

—No —logró decir, sintiendo que se le cerraba la garganta.

El corazón le latía con tanta fuerza que podía escuchar sus propios latidos sin mucho esfuerzo, reconoció de inmediato el inicio de un ataque de ansiedad por lo que hizo el esfuerzo de quitarle el seguro a la puerta para que sus amigos pudieran entrar. Jay no esperó ni un segundo para abrir y revisar qué le pasaba.

Era consciente de que debía verse bastante patética pero estaba demasiado perdida en su espiral de miedo como para que le importara. Evie se arrodilló a su lado y le arrebató la prueba para ver el resultado.

—Mal —la oyó suspirar, se oía como si estuviera hablándole desde la otra punta del castillo—, ¿por qué no intentamos con otra?, tal vez es un falso positivo.

—Eso no existe, Evie —interrumpió Carlos.

—No estás ayudando a calmarla.

Se desconectó de su discusión y empezó a contar hasta diez, primero en inglés, después en francés, español, italiano, griego… Mientras más complicado era el idioma mayor era el esfuerzo mental que le exigía, por lo que logró distraerse un poco de las implicaciones que traía el resultado que mostraba el ofensivo palito en manos de su mejor amiga.

Para cuando terminó de contar en árabe sintió que su respiración volvía a normalizarse, el volumen de sus latidos descendió, permitiéndole volver a escuchar a su amigos.

—Mal.

—¿Qué?

Evie la tomó de las manos, intentando reconfortarla.

—¿Por qué estás tan asustada? —cuestionó Carlos—, esto es lo que todo el mundo estaba esperando.

Todo el mundo excepto ella, quiso gritarle, sabía que era su deber, Auradon necesitaba un heredero y su familia era demasiado antigua y poderosa para terminar extinta; siempre había tenido sus dudas con respecto a sí en realidad valía la pena que su línea continuara, incluso si su familia no era tan malvada como su madre le había dicho, después de todo, fueron sus abuelos quienes le pusieron un alto al reino del terror de su madre al entregarla a los héroes reducida y lista para ser enviada a la isla de los perdidos, donde se había dedicado a hacerle la vida imposible a Mal, quién terminó dándole la espalda… Sí, su familia se caracterizaba por tener vínculos muy sanos.

Incluso si confiaba en que los genes de Ben evitarían que su hijos fueran tan desastrosos como ella, lo que más temía de la idea de reproducirse era el hecho de ser el ejemplo y lugar seguro de una persona que sería incapaz de sobrevivir sin su ayuda, su decisión de esperar unos cuantos años más había alimentado su esperanza de llegar a su la persona paciente y bondadosa que aparecía en sus sueños cuando la idea de tener hijos con Ben la acosaba.

Relatos de una familia real Donde viven las historias. Descúbrelo ahora