"Un mal manejo de la ira"

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Otro día más, Benicio se levantó, y, como ya era ritual, preparó el desayuno que compartiría con su hija antes de que esta se despidiera para ir a la escuela. Cuando se quedó solo, comenzó a repasar la agenda mentalmente. Esta vez los planes eran ir al internado, después de todo, formaba parte de su trabajo. Él era el encargado de revisar las cañerías, básicamente el plomero personal del lugar; durante su juventud se había dedicado a seguir los pasos de su padre, quien también se había desempeñado como plomero. No muy distinto de Antonio, quien tenía que continuar con la empresa familiar construida por su padre, la única diferencia era que ese trabajo venía con grandes presiones y expectativas para el querido amigo de Benicio.

Una vez que Benicio llegó al internado, se dirigió a la oficina de Antonio para saludarlo y llevarle un café que había comprado en el camino. Tocó la puerta y cuando oyó un "adelante" abrió esta misma para ingresar.

- Estoy seguro de que no desayunaste aun, te traje algo. - Dijo, mientras se acomodaba en la silla frente al escritorio y dejaba la infusión de paso frente a su amigo.

- De verdad me conoces -, respondió mientras comenzaba a beber la que era la bebida favorita de sus mañanas. - Debo hacer el papeleo de rutina, hoy ingresan nuevas alumnas, ya seremos alrededor de treinta personas, ¿puedes creerlo? Es realmente un éxito. Como sea, necesito que revises las tuberías del sótano, me pareció ver un caño con una pérdida. - Era común que hablase de esa manera cuando estaba en el trabajo. Benicio solo asintió y salió de la oficina, no sin antes despedirse con un "te veo durante el almuerzo".

Al bajar al sótano no encontró mucho de primera vista, tuvo que ir caño por caño buscando la supuesta fuga hasta que finalmente la encontró. Por suerte no era algo grave, simplemente tuvo que ajustar una tuerca que andaba medio suelta para repararlo.
Cuando estaba por subir las escaleras de vuelta escuchó un golpe seco proveniente de una puerta que se encontraba ahí. Sin pensarlo, por un impulso, se acercó para investigar; con un poco de miedo, giró el picaporte y la puerta se abrió. Una adolescente aparentemente desvanecida se encontraba tirada en el suelo, su cuerpo estaba lleno de hematomas y llevaba puesto un camisón blanco. Benicio no pudo evitar soltar un grito ahogado, dando un paso hacia atrás debido al shock que le generó ver eso. Una vez se compuso, desesperadamente alzó a la fémina para tomarle el pulso, era débil, sintió que si no actuaba rápido ella podría morir en cualquier momento. La cargó en sus brazos y subió las escaleras lo más rápido que pudo. Al llegar al salón principal, comenzó a gritar para que alguien le ayudara.

- ¡Ayuda! ¡Por favor ayúdenme! Está herida. - Era lo único que lograba escucharse en ese inmenso salón.
Casi al instante apareció Antonio junto con su madre, quienes al verlo pusieron una cara de horror y corrieron directamente hacia él.

- ¿¡Qué fue lo que pasó!?- Decía Antonio titubeando.

- No lo sé, simplemente escuché un ruido y cuando revisé para ver qué era, la encontré así ¡Debemos llevarla a un hospital rápido!-

- Ustedes vayan, yo veré que las demás alumnas estén bien.- Habló Ester para luego retirarse un poco apurada.
Seguido de eso, Antonio y Benicio subieron al Citroen y partieron directo al hospital.
Cuando llegaron, un grupo de enfermeros ubicaron rápidamente a la joven en una camilla para llevarla a urgencias, dejando a ambos en la sala de espera. Benicio, ligeramente shockeado, tomó asiento y permaneció ahí mirando un punto fijo. Antonio se acercó y se sentó a su lado, él se encontraba nervioso, sin poder modular palabra alguna.

- Tiene la misma edad que mi hija.- Dijo Benicio rompiendo el silencio.

- ¿Como? - Respondió Antonio.

- Se parece bastante a Soledad, cuando la vi desparramada con esos golpes, lo primero que pensé fue en mi hija, tuve tanto miedo ¿Porque estaba allí y en ese estado? - Dirigió una mirada llena de confusión a su compañero.
Antonio no supo qué responder, no dejaba de temblar por alguna razón. Benicio, al verlo en esa situación, apoyó su mano sobre las piernas contrarias para intentar calmarlo.

Ángeles VulnerablesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora