1. Recuerdos

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"Hasta la vista, señorita.."

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La noche caía sobre bahía aventura, y estaba acompañada de una tormenta. Ryder había tenido que ir ayudando a dormir uno por uno a los pequeños que se encontraban aturdidos por el ruido, convenciéndolos de que los truenos no podrían hacerles daño mientras él estuviese ahí. Cosas de perros y sus oídos sensibles.

Estaba tardando más de la cuenta con Rubble que al ser el más pequeño se encontraba aterrorizado; se suponía que tras él bulldog sería el turno de Zuma, pero el menor simplemente no paraba de llorar, aferrado a los brazos del humano.

—Hey.. ¿Rocky? —el de raza mixta escuchó la pequeña voz de su mejor amigo en la puerta de su habitación, por lo que se giró en su cama para mirarlo—. ¿Estás dormido?

El can rodó los ojos.
—Si, fíjate. Soy sonámbulo.

El labrador dejó escapar una risa que se vió interrumpida en cuanto otro trueno resonó por el cielo. Se sobresaltó y cerró sus ojos con fuerza por instinto.

Rocky, sin embargo, no parecía muy inmutado; cosa que tenía sentido al haber nacido en las calles. Ciertamente estaba acostumbrado.

—Ven aquí, tonto —le ordenó—. Son solo truenos, no van a dañarte.

El peligris se reincorporó en su cama para indicarle a su amigo que se sentara a su lado. Tímidamente, el labrador obedeció.

—¿Puedo quedarme aquí? —preguntó—. Ryder está tardando mucho y... Rubble no deja de llorar.

—Tengo la teoría de que roba su atención a propósito.

Zuma rió— Es un bebé, tontito. La necesita más que nosotros.

Rocky sonrió. Le agradaba hablar con el labrador de ojos verdes, y sin duda sus pequeñas risas le daban una sensación de paz. Estaba feliz de tener un mejor amigo como él.

Otro trueno sacó a ambos de su burbuja de felicidad.

El de raza mixta rápidamente se levantó, comenzando a recoger objetos por todo su cuarto; Zuma vió un poco, pero no logró identificar sus acciones por completo ya que se vió obligado a cerrar los ojos y cubrir sus oídos.

En cuestión de segundos, sintió una calidez a su alrededor; abrió los ojos. Rocky había puesto una manta en sus hombros y colectado todos los peluches de su cuarto para ponerlos a su alrededor, casi como un fuerte.

—¡Ta-da! ¿Qué tal? —preguntó, como si hubiese creado la invención más revolucionaria del mundo.

Zuma sintió su corazoncito derretirse por unos instantes. No sabía lo que era, pero un cosquilleo le recorrió el torso, y su única forma de dejar salir esa emoción fue sacudiéndose levemente en su lugar y sonriendo ampliamente. Más allá de que adoraba los peluches, algo en la acción de Rocky lo hizo sentirse protegido.

—¡IIIHH! ¡Me encanta! —soltó un chillido—. Aquí me quedaré a vivir.

De forma tierna hundió su cabeza en el montón de peluches, quedando oculto por completo.

—¡Óyeme! Mi cama no es tu hotel —soltó una risita, y poco después se dejó caer nuevamente en su cama—. Ahora acuéstate y a dormir, es tardecito.

—¿A.. dormir? —Zuma por un momento olvidó que a eso iba—. Ah, cierto, pero no tengo sueño...

Rocky lo miró fulminante.
—Yo si. Buenas noches.

Enamorado Tuyo ──  ZuckyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora