1- Tan sólo un Árbol

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Samael observaba desde lo alto de la torre de cristal el movimiento en las fronteras del sur de la Tierra.

Los hombres mortales, como raza aun no habían nacido. La vida pululaba de formas diferentes entre arboles de troncos tan anchos como transatlánticos.

Su vista alcanzaba desde las alturas y podia ver como la tierra se abría entre las raices del magnifico arbol, tan alto y ancho de ramas que tocaba las nubes.
Vigilaba con una sonrisa apenas perceptible en sus labios delineados de negro al igual que su parpados. Sus alas, anchas y picudas como las de un cuervo, de un negro tan oscuro que rayaba al azul. Su cabello era negro y sus ojos oscuros..a contraste con su tunica blanca, descalzo nomas que varias pulsos dorados en muñecas y tobillos. Un grueso cinturon decorado con perlas negras.

El árbol que contemplaba tembló, y el tronco se resquebrajo. De las raices salía lo que parecía a esa distancia un enjambre, pero salian a la luz del amanecer y morían. Cientos de criaturas salian y al instante morían.
Samael, el arcangel las miró con lástima, cuantas de aquellas criaturas tendrían que salir para que sus débiles y tiernos cuerpos soportaran la luz solar?
Esperaba que no demaciado. Estaba aburrido..y la tierra era demaciado perfecta, con sus elfos puros y prístinos cantando, bailando y haciendo florecer las plantas.
Estiró las alas para que el aire se filtrara haciendo temblar las puntas.

Elfos, faes, duendes, hadas y dragones, viviendo y celebrando sin notar el portal a su lado, que pugnaba por abrirse a una raza que ansiaba los recursos, el agua las plantas y la vida existente...ya que habían acabado con su propia tierra...un tierra gemela, pero estaba muerta ya.

Samael dejó de mirar las raíces de aquel arbol. Aquellas criaturas morirían para renacer más fuertes, no se preocupaba por ellas. No podrían acercarse a su tierra, Rionnag.
Nada podía dañar su tierra, ellos estaba lejos y sin embargo podían contemplar lo que sucediera en la otra. Siempre que no les afectara a la suya ni nadie les pidiera ayuda, todo estaría bien.

Él como los demás ángeles, arcángeles y pequeñas razas aladas se sentían impelidos a ayudar a quien lo pidiera y el junto con uno de sus hermanos detestaba esa debilidad.
Pero no podían contradecir su naturaleza. Podían ir de su tierra Rionnag a Gaia cuantas veces hiciera falta, pero sólo si alguien de Gaia pedía ayuda, de lo contrario tenían prohibido bajar, ya que los arcanos no podían subir a la superficie..y el equilibrio se perdería si los Alados permanecieran en Gaia.

Su raza existía vigilante de la raza arcana. Si ellos eran la luz, los arcanos la oscuridad. Y así como hubo la noche, tenía que haber el día. Esperaban y escuchaban, esperando una petición de ayuda...

Arcángeles 1- Una Apuesta Y Un Llamado Donde viven las historias. Descúbrelo ahora