19- Un beso que lo decía todo

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Los cuatro se movieron como uno solo junto a las paredes para evitar que lo vieran, una vez despavoridos los que vieron la luz dorada.

-qué hacen aqui?-susurro en pregunta Azrael a los dos arcangeles recien llegados.

-es claro que regresé por tí- respondió tranquilo Mikael ganándose una mirada de odio de Arakiel y una extrañada de Azrael.

-el consejo no quería que nadie viniera por ustedes dos- explicó Raziel con tono bajo- pero sabía que el vendría y sólo yo se cómo hallarte en dónde estés, asi que lo acompañé- añadió la arcángel de piel oscura.

Desde las sombras el general observó a los cuatro arcangeles con interés. El no queria dejarlos ir, su señor si...pero podía matar a uno, ¿no?
Sus soldados esperaban la orden para rodearlos, detenerlos el tiempo suficiente para que se pudiera acercar a la mujer pelirroja, era la que vio en la mente de un inferior todas las callejuelas, todas las entradas y salidas de esa tierra inferior.
Sonrió bajo la mascara de foca.

Éstos arcángeles estaban por conocer el dolor y la guerra cómo nunca la habían visto.
Con un movimiento indicó a su gente que atacara. Uno de sus comandantes lo retuvo.

-nuestro señor dijo que debíamos dejarlos ir...

El general ni siquiera se digno mirarlo, con uno de sus cuatro musculosos brazos lo atrapo del cuello y apretó hasta que se escuchó el chasquido de su cuello quebrado.
Lo dejó caer al suelo y volteó hacia el resto que esperaba.

-los dejaremos ir por supuesto, pero todavía, retenganlos!- ordenó.

Estaban por llegar al salon de las columnas, sitio al que habían caido por primera vez al llegar a ese sitio.
Ahí abajo no podían convocar las alas para transportarse de un sitio a otro, sólo podían usar las salidas que Azrael había visto; ella se sentia una afinidad con el lugar, y no era solamente porque lo conociera a traves de los recuerdos de la criatura que tocó antes.
Era otra cosa.

Pero se vieron rodeados por varias docenas de aquellas criaturas de piel negra, eran demasiados y no les dejaban espacio para pelear, se asinaban como una ola. Notó la expresión de repulsion de Arakiel y la sorprendida de los otros dos.
Azrael se movió para esquivar el ataque de uno de las soldados, criaturas de piernas cortas, aquellos la estaban alejando de los demás, sus tres amigos no habían visto que la estaban alejando. Estaban cerca de la entrada al salón de las columnas, pero los separaban esas criaturas..ahora estaba desesperado de Arakiel; Mikael parecía determinado y Raziel estaba divertida.
Tenían que salir de ahi...

Un brazo le sujetó el suyo con inusitada fuerza y le dieron la vuelta para quedar de frente a una forma alta y de cuatro brazos musculosos. Su mascara de foca color bronce a unos centímetros de su rostro, la criatura debía inclinarse para quedar a su altura. Era puro músculo en una piel oleosa.
Azrael trató de mover su brazo pero la criatura siceo.

-tú eres Azrael, tú has visto los laberintos se ésta tierra en tu mente y sabes la Palabra para salir de aqui.- declaró la criatura con una voz extraña y como si hablara bajo el agua.

Un instante de panico al vislumbrar los ojos negros tras la máscara y luego dolor. El aire se le escapó, escuchó que la llamaban por sus amigos, bajó la mirada hasta la punta de la lanza que tenia clavada en el vientre.
La criatura pareció reír ante su intento de atacarlo con la mano libre y la daga que sujetaba ahí, le bloqueó el golpe.

-ustedes los Alados van a saber lo que es el dolor muy pronto. Mi señor quiere que los dejemos ir, pero...¿podrán salir de aquí si tú mueres?- inquirió burlón.

Azrael estaba asustada, el dolor no le dejó pensar y cuándo le clavo la daga con más fuerza atravesandola por completo, fue pánico lo que sintió, pánico frio y agonía, no podía respirar, la criatura movió uno de sus brazos haciendo una señal a sus solados y todos los demás que estaban rodeándolos y deteniendolos se fueron, rápido, silenciosos, como agua que desaparecía entre las rocas.

-buena suerte...- le dijo la criatura y arrancó la lanza sin miramientos para soltar su agarre e irse entre las sombras.

Azrael cayó al suelo a gatas, sintiendo sangre que empababa caliente su ropa, el dolor se extendía, trató de tomar aire y solo pudo tocer y sentir que se ahogaba en su propia sangre, cayendo ésta al suelo de su boca.

-Azrael!! - escuchó como de muy lejos las voces de sus amigos.
Luchaba por mantener los ojos abiertos, la Palabra..para salir, ella tenia que decirla.

Arakiel y Mikael aparecieron en su campo de visión, no entendía que hacían..el pelinegro parecía presa de la confusión, quiso ayudarla a ponerse de pie, pero otra persona la cargó en brazos por completó.
Agradeció con un suspiro la calidez..pero era metal lo que tenia junto a ella, metal calido y dorado con aroma a flores de naranjo.

-Azrael, dinos a donde ir, señala el camino hasta la puerta...-pidio la voz confusa de Arakiel.

Mientras andaban con rapidéz hacía el salón de las columnas. Una vez ahí sólo debía decir la palabra junto a una de ellas y saldrían..pero estaban a minutos y ella sólo queria cerrar los ojos. Cada respiro le costaba toda su energía y aun sentia el ahogo en la garganta, no llegarían antes de que cerrara los ojos. El dolor remitió, sintió una lágrima que rodaba, estaba tan asustada por ellos, pero no podía más...

-escuchame, escuchame, Azrael- escucho la voz de Mikael tan cerca, calida, como el aire a través del bosque.- no te puedes morir, no puedes dejarnos, estamos en el salón..dinos a donde ir, señala con tu mano..

-no puedo ver bien..- susurro ella.

Los defraudaría a todos, ella quiso ir ahí y luego ..fue su culpa, dejó que la atrapara ese ser. Debió usar el poder de la guadaña para salir al primer momento..

Mikael se detuvo y puso una rodilla en el suelo, sin dejar de cargarla, pero para poder poner su mano en su mejilla y hacer que ella lo mirara. Cómo si sólo estuvieran ellos dos, sin peligros, en un abrazo íntimo.
La obligó a mirarlo, esos ojos grises cargados de dolor y tristeza. Mikael no soportaba aquello, la vio fuerte y peleando, la vio enfrentarse al consejo para decir su punto de vista.. Pero verla así era lo peor que podia pasarle, quería conocerla, quería verla en accion, no podía verla morir. No así, no es sus brazos.
El miedo helado que sintió en el pecho al ver que era herida por la criatura sin miramientos, fue tan diferente a todo lo que antes hubiera sentido. Ahora estaba en sus brazos y se estaba muriendo, su vida se escapaba en rios rojos y no podia hacer nada.

-Azrael, mirame..- pidió, ella trato de hacerlo, sus ojos entrecerrados.- sabes porque no te vas a morir? Porque yo voy a ser tu consorte y quiero sostenerte en brazos cuando digas mi nombre con fervor para pedirme todo. Me oyes? Seré tu consorte...- se inclinó y la besó con suavidad en los labios rojos, tenía aun algo de sangre en el labio inferior, pero no importaba.

Un beso que lo decía todo, que prometía más..
La sintió respirar fuerte y su ira ante lo que él acababa de hacer.

Ella lo empujó con la mano y lo miró con fijeza.

-no estoy muerta aun sabes? No te e dado permiso de besarme!!- casi chilló indignada, para toser y casi ahogarse.-ahí..- señaló con la mano.
Su voz cargada de dolor, pero también de seguridad.

Mikael se puso de pie de nuevo ante la mirada horrorizada de Arakiel y fueron hasta el sitio que ella señalaba.
Al llegar a la gran columna, tan ancha como una puerta, con grandes lineas de enredaderas entrecruzadas ella poso una mano ensangrentada en la pared y murmuro algo, sólo moviendo los labios sin voz.

Y simplemente ya no estaban ahí, se hallaron en un prado de hierbas altas, cerca de la montaña, aire helado corria haciendo crujir grandes arboles de hojas anaranjadas por el otoño. A la vista de una docena de dragones y dos cambiantes, entre ellos Narkel, el hombre dragón pelirrojo.
Por un momento éstos los observaron perplejos.
Mikael y el resto recibieron la luz del dia con agrado. El arcángel de la guerra bajo la mirada entusiasmado hacia la pelirroja, pero ella estaba inconsciente.
Con un respiro desesperado dejó ver la alas doradas y desapareció, llevándosela consigo.

Arcángeles 1- Una Apuesta Y Un Llamado Donde viven las historias. Descúbrelo ahora