tal vez el único capítulo

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James Potter estaba nervioso. Era su último año en Hogwarts y tenía que enfrentarse a su mayor reto: confesar sus sentimientos a Severus Snape. Sí, el mismo Severus Snape que era su rival desde el primer día, el que lo odiaba con toda su alma, el que era un mortífago en potencia. Pero James no podía evitarlo. Había algo en esos ojos negros, en esa voz fría, en ese cabello grasiento, que lo atraía como un imán. James sabía que era una locura, que nadie lo entendería, que podía arruinar su vida. Pero también sabía que tenía que intentarlo, al menos una vez, antes de que fuera demasiado tarde.

Así que, una noche, después de la cena, James siguió a Severus por los pasillos, esperando encontrar el momento adecuado para hablarle. Lo vio entrar en el baño de los prefectos y decidió que era su oportunidad. Entró tras él y cerró la puerta con un hechizo.

- ¿Qué haces aquí, Potter? - preguntó Severus con desprecio, al verlo reflejado en el espejo.

- Tenemos que hablar, Severus - dijo James con voz temblorosa.

- No tenemos nada de qué hablar. Lárgate de aquí, antes de que te arrepientas - amenazó Severus, sacando su varita.

- Por favor, Severus, escúchame. Sé que esto te va a sonar extraño, pero... yo... yo te quiero - soltó James, mirándolo a los ojos.

Severus se quedó paralizado, sin poder creer lo que acababa de oír. ¿James Potter, el chico más popular y arrogante de la escuela, el que siempre lo humillaba y le hacía la vida imposible, el que salía con Lily Evans, le estaba diciendo que lo quería? ¿Era una broma? ¿Una trampa? ¿Una locura?

- ¿Qué? - fue lo único que pudo decir.

- Lo siento, Severus, sé que es una sorpresa, pero es la verdad. Llevo años sintiendo algo por ti, algo que no puedo explicar. Me gustas, Severus, me gustas mucho. Y sé que tú me odias, que nunca me perdonarás por todo lo que te he hecho, pero tenía que decírtelo. No podía seguir guardando este secreto. Te quiero, Severus, y quiero estar contigo - continuó James, acercándose a él.

Severus retrocedió, asustado y confundido. No sabía cómo reaccionar, qué decir, qué hacer. Su mente estaba en blanco, su corazón latía con fuerza, su cuerpo temblaba. ¿Qué sentía por James Potter? ¿Odio? ¿Asco? ¿Curiosidad? ¿Atracción? No lo sabía, no quería saberlo. Solo quería salir de allí, escapar de esa situación, olvidar esa confesión.

- No, Potter, no. Esto es una locura, una aberración. Tú no me quieres, tú no sabes lo que es el amor. Tú solo quieres jugar conmigo, burlarte de mí, destruirme. Pues no lo vas a conseguir, Potter, no lo vas a conseguir. Yo no soy uno de tus juguetes, yo no soy uno de tus amigos. Yo soy tu enemigo, Potter, tu peor enemigo. Y te lo voy a demostrar - dijo Severus, apuntando su varita a James.

- No, Severus, no. No me hagas esto, por favor. No me ataques, no me odies, no me rechaces. Dame una oportunidad, Severus, solo una. Déjame demostrarte que lo que siento por ti es real, que no es un capricho, que no es una mentira. Déjame besarte, Severus, solo una vez. Déjame besarte y verás que todo cambia, que todo mejora, que todo vale la pena - suplicó James, acorralando a Severus contra la pared.

Severus se sintió atrapado, sin salida, sin opciones. James estaba demasiado cerca, demasiado cerca. Podía sentir su aliento, su calor, su deseo. Podía ver su mirada, su sonrisa, su pasión. Podía oír su voz, su nombre, su súplica. Y, por un instante, por un breve instante, se dejó llevar. Se dejó llevar por la curiosidad, por la tentación, por la emoción. Se dejó llevar y cerró los ojos. Y, entonces, sintió los labios de James sobre los suyos, suaves, dulces, ardientes. Y, por un instante, por un breve instante, se olvidó de todo. Se olvidó de su odio, de su miedo, de su orgullo. Se olvidó de su pasado, de su presente, de su futuro. Se olvidó de sí mismo. Y solo se dejó sentir. Sentir el beso de James Potter. El beso que lo cambió todo.

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