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1875.

Emily Clare, una joven de veintiocho años, piel clara y cabello de un tono castaño muy ligero, se contemplaba a si misma en el espejo. El vestido de novia que había elegido le quedaba de maravilla, un atuendo qué parecería sencillo de no ser por un elaborado diseño de encajes que cubrian la tela y semejaban un brillo de plata muy disimulado pero que al sol la hacían deslumbrar. Más allá del vestido, lo que realmente ilusionaba a la chica era el hecho de que estaba a una semana de su boda con un buen hombre.

Su padre apoyaba totalmente la unión entre ella y Edward, un joven honrado que ocupaba una posición importante en el gobierno.

—El único hombre sincero en esa cloaca— solía decir cada que Emily le contaba sobre las acciones de su amado.

Su madre, una mujer de cincuenta años con pelo entrecano y unas cuantas arrugas en la cara, interrumpió a la chica, y tras un cumplido sobre lo linda que lucía, procedió a mostrarle una hoja de papel con varios nombres escritos en ella.

—¿Estos son todos tus invitados?— inquirió —Creí que serían más.

—Es un momento especial, mamá. Quiero que sea personal.

—De acuerdo, eso lo puedo entender... ¿Y qué hay de aquel amigo tuyo? ¿Cómo se llamaba? —la señora batallaba por encontrar el nombre en los recovecos de su memoria — Stanley, si era él.

La joven contempló su propia mirada en el espejo, como si se juzgara a si misma por lo que acababa de escuchar.

—Stanley. Él... —Emily no sabía qué decir a tal cuestionamiento— No hemos hablado en un tiempo. Honestamente no creo que me recuerde.

—Bueno, probablemente si te recuerda —señaló su madre— Puede que a tu padre no le agradara, pero era un buen muchacho. Deberías invitarlo, seguro se alegrará de saber que vas a casarte.

—Creo que no me haría mal verlo y pedirle algún consejo —Emily rió un poco— Después de todo es el menor de tres hermanos y dos de ellos ya están casados. Algo podría saber del tema.

—En ese caso invitalo, hija. Es un joven honesto y sé que él y Edward congeniarían muy bien.

 Es un joven honesto y sé que él y Edward congeniarían muy bien

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Esa misma tarde, Emily salió de casa con un sobre en la mano. Aquel era un pueblo pequeño a las afueras de la ciudad y todos se conocían entre sí, y dado que todos conocían el compromiso de Emily y Edward, a nadie le pareció extraño que la joven pagara a un cochero y partiera rumbo a la ciudad.

En el camino contemplaba los campos que separaban la vida tranquila en la villa de la siempre ajetreada rutina citadina. Era una vista espectacular: Amplias extensiones de tierra cultivada a lo lejos, el paisaje le brindaba calma mientras se aproximaba a su destino.

Al entrar a la ciudad los recuerdos le invadieron. Stanley era de hecho es primer amigo que había hecho en aquel lugar cinco años atrás...

Era Marzo de 1870, y la joven había acompañado a su madre a la ciudad a atender asuntos de salud. Mientras la señora era atendida, le dejó a la chica la tarea de comprar algunas cosas para la comida, y al pasar frente a una de las librerías de aquel enorme lugar sintió curiosidad de entrar.

¿Qué pasó con Stanley Dodsworth?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora