Capítulo 5

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Caminábamos por el jardín donde solíamos encontrarnos a menudo para charlar y disfrutar del buen tiempo del imperio

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Caminábamos por el jardín donde solíamos encontrarnos a menudo para charlar y disfrutar del buen tiempo del imperio. Normalmente, también me traía porque el médico me había recomendado tomar más el sol por mi salud y a mi querida amiga no se le escapaba ningún detalle por alto.

Para alegrar el ambiente la tomé de la mano y empecé a tararear una canción muy conocida en la capital.

Vi en la expresión de la emperatriz que estaba disfrutando el momento.

—Sabes Nirelle, por un tiempo me ha estado pasando algo extrañamente sorprendente.

—Cuéntame, soy toda oídos su majestad.

—Es algo difícil de explicar...

—Nada podría sorprenderme de usted.

—Verás —su cara se enrojeció—, el ave de algún noble extranjero ha estado visitándome por estos días.

—¿En serio? —quise confirmar fascinada y por su mueca avergonzada pude comprobar que era verdad—. ¡Qué romántico!

—No, por favor, son solo unas notas sin sentido.

Comenzamos a dirigirnos al nido que tenía la emperatriz en el jardín.

—¡Seguro que ha elegido la más bella de sus aves para impresionarla! —ignoré sus negaciones y como niña pequeña seguí hablando—. ¿Cómo es?

—Como un águila, pero de un plumaje dorado claro y ojos de un violeta tan intenso que nunca antes lo había visto.

—Sí no fuera porque estás casada esperaría que terminase como los cuentos de hadas que me contaba mi madre. Aunque es algo extraño.

—¿El qué es extraño?

—A mí... —no pude terminar porque nos encontramos con la persona que menos queríamos ver.

—¿Qué hace ella ahí? —murmuré.

—¡Su majestad! Ay, no —dijo nerviosa la criada que acompañaba a Rashta.

—Hermana... Digo, su majestad —se atrevió a empezar a tartamudear.

Se levantó con rapidez del sillón e intento acercarse de más a nosotras, hasta que Navier se cruzó de brazos marcando un límite entre nosotras y ella.

—Ese sillón... Es mío.

—¡Ah, eh! ¡Yo...!

—Y ese pañuelo en el que te apoyaste... Es mío... —la juzgué con la mirada

—Lo siento, su majestad y duquesa. No sabía. Justo encontré este sillón y...

—Está bien, no lo sabías. Pero absténgase de venir a esta parte del palacio otra vez.

—En este lugar es donde la emperatriz suele descansar en sus pocos momentos libres. Desea estar sola y relajarse —comenté.

—Pero quiero ser vuestra...

-𝐄𝐥 𝐚𝐫𝐭𝐞 𝐝𝐞 𝐥𝐚 𝐚𝐥𝐭𝐚 𝐬𝐨𝐜𝐢𝐞𝐝𝐚𝐝- [McKenna/𝐋𝐄𝐃]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora