Cellbit Lange

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Llevaba ya un año. Un año solo en una jodida, horrible y solitaria celda. Al menos, estar en solitario indicaba que podía planear sus cosas sin ninguna asquerosa molestia.

Su mordaza lo incomodaba, claro está. Pero está tenía un seguro que él no podía abrir, por su bien y por el bien de los guardias. Obviamente no se la quitaba por su bien, los guardias le valían una mierda.

Fue al almuerzo como siempre lo hacía, con 5 oficiales, su mordaza y sus cadenas. Había algo distinto en la sala principal de la prisión.

Había alguien nuevo. Y lo estaba mirando.

Era normal que lo mirasen; era el único recluso que a pesar de los crímenes que cometió, en vez de darle pena de muerte, lo castigaron con una celda en solitario y poca luz. También el único que a pesar de sus crímenes, es más probable que salga pronto. Además, es guapísimo.

No quiso buscar la mirada de esa persona de inmediato, al contrario, la evadió. Esperaba que ya se fuera. Que se volteé para que él pueda verlo. O que los malditos guardias lo lleven al comedor o que todos los que estaban en el comedor se fueran.

La mirada persistió por 4 minutos enteros. Al quinto, el de la mordaza sintió la tensión que tenía dispersarse. No le ponía nervioso y mucho menos incómodo la tensión, más bien, le gustaba la adrenalina.

Él, con sus ojos azul oscuro, buscó a quien le miraba antes. Bajo la mordaza sus labios se abrieron levemente en sorpresa y sus cejas se levantaron, sin embargo, sus ojos seguían inexpresivos; Spreen con un chico.

Pronto, sus labios se retorcieron en una sonrisa burlona que nadie podía ver. Aún así, sus mejillas dolían al rozar con el duro metal de la mordaza.

El chico se recostaba sobre el oso y le hablaba al oído. Sabía que Spreen entraba en la patética etiqueta de Aroace, pero se veían muy cercanos. Y al chico, no lo había visto nunca.

De piel morena clara, ojos marrón oscuro, cabello chocolate y labios rojizos brillantes. ¿Qué tanto aprecio le podría tener Spreen a ese chiquillo?

Vio a Spreen rodar los ojos y sus miradas se cruzaron. Los ojos azules, se abrieron bastante un segundo en dirección a el oso, burlándose de él. No sabe que le dijo al castaño oscuro, pero definitivamente era sobre él.

Cuando menos se dio cuenta, Spreen se fue y el chico volteó a verlo a él. El (casi) rubio no le devolvía la mirada, pero con su vista periférica lo observaba.

Si era alguien importante para Spreen, lo conseguiría.

"Avance, Lange." Un oficial lo empujó yendo al comedor. Lange gruñó e hizo lo pedido. Tenía demasiada hambre.

Al volver a su celda, como era de rutina, fue al baño y se recostó. Sus gustos culposos lo invadían y algunas veces terminaba pensando en asesinatos. Pero, otras veces, como está tarde, pensaba en su familia.

No la biológica. De la biológica no recordaba casi nada, solo la existencia de su hermana gemela. Pero él apenas y sabe su nombre completo, ¿Cómo sabría el de su hermana?

Él pensaba diariamente en su familia. La callejera. Esas personas que sabe que lo pueden traicionar y que él puede traicionar, más no lo hacen. Por respeto.

¿Cómo estará su mejor… conocido, bastardo, idiota? Ah, Forever. Ese rubio imbécil que se la pasaba sin camisa. Que amaba ayudar a la gente. Obviamente devolver favores, porqué en realidad todo lo hacía para él mismo.

SINCÉRATE, guapoduoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora