•1•

354 69 22
                                    

Un pequeño Draco Malfoy revisaba una y otra vez su apariencia en el espejo. Revisaba de pies a cabeza que todo estuviera en su lugar; sus zapatos limpios, su uniforme impecable y sin ninguna arruga y su cabello perfectamente peinado hacia atrás, sin ningún pelo que pudiera salir de su lugar gracias a todas las capas de gel que su madre le ayudo a colocar.

—Draco, llevas media hora ahí, vamos a llegar tarde.

Dejo de ver el espejo para ver a su madre, asintiendo y yendo hacia ella para tomar su mano e ir ambos con su padre. Estaba muy nervioso.

—Madre, ¿Crees que Harry Potter quiera ser mi amigo?

—¿Qué clase de pregunta es esa Draco? Todo el mundo querrá ser tu amigo, eres un niño inteligente, guapo, astuto y-

—Y un Malfoy, quien no quiera estar con un Malfoy es un tonto. —Interrumpio Lucius. —O un Weasley.

Su madre soltó una risa demasiado elegante como para ser natural, él imito aquello y tomo la mano de su padre para aparecerse en la estación 9¾.

—¿Estas seguro que llevas todo?

—Seguro.

—¿Varita?

El niño sacó su varita de una de las bolsas de su túnica.

—¿Tus calderos?

—En el equipaje.

—¿Tus plumas?

—También.

—¿Ropa int-

—Tranquila, Cissa, lo tratas como si fuera tonto. —Su padre decidió intervenir antes de que aquella conversación se convirtiera en un incómodo interrogatorio. —Además, Draco nunca ha olvidado nada.

—No digo que sea tonto, pero siempre hay una primera vez para todo.

—Te preocupas de más, ya tiene la edad suficiente para encargarse de sus propias cosas, ¿o también quieres ir a Hogwarts a hacerle el desayuno todos los días?

La mujer negó, acomodando de nuevo la ropa de su hijo antes de enderezarse.

—Bien, me calmare.

El pequeño rubio suspiro, tomando una maleta que llevaba para entregarla al personal y así la guardarán.

—¡Todos arriba, el tren sale en diez minutos!

—Subiré ya, no quiero quedarme sin asiento.

Solo recibio un asentimiento de parte de su padre, en cambio, su madre, siendo más sentimental, casi se pone a llorar.

—Mi Draco ya es un niño grande. —Lo atrajo en un fuerte abrazo, que le volvía difícil la tarea de respirar al niño. —Pero tú siempre serás mi bebé ¿entendiste? Aunque tengas cincuenta años.

—Madre. —Se quejo por la fuerza con la que lo envolvía. —No respiro, y se me hará tarde.

—Ya, ya... —Nuevamente se separo y acomodo su ropa. —No vayas al bosque prohibido ni andes merodeando por ahí a altas horas de la noche ¿bien?

—Si, madre. —Soltó en un tono ya mecánico, no sabía por qué su madre a veces desconfiaba tanto de él, nunca había dado razones para que lo hiciera, solía ser muy obediente y tranquilo. —Adiós, los vere en las vacaciones.

Se despidió con la mano y fue directo a subirse al tren.

Entonces, lo vio. Un niño delgado y con el cabello desordenado, sentado solo en una de las cabinas del tren.

Perfecto, pensó, era su oportunidad.

—¿Puedo sentarme aquí? —El niño ni siquiera lo volteo a ver cuando emitió un ruido de afirmación. —Me presento, soy Malfoy, Draco Malfoy.

Al fin alzó la vista para verle, se quedó paralizado por un momento.

—Harry Potter.

Sentía que su mirada le atravesaba la cabeza, lo ponía nervioso y no podía pensar en que más decir.

—¿Gustan un dulce, niños?

—¿Tiene pastel de calabaza? —La mujer asintió y entonces lo vio sacar un puñado de galeones de oro. —Deme todos.

Vio como la vendedora recibía algunos galeones a cambio de aquellos pasteles, quedándose algo sorprendido por la cantidad de dinero que Potter llevaba consigo.

—¿Qué? —Reacciono una vez la mujer se fue, su mirada no había sido pasada desapercibida por el otro niño. —¿Quieres? Compra.

Su cara tuvo que delatarse, pues Harry solto una carcajada, aunque ese gesto duró unos cuantos segundos.

—No tiene gracia si no entiendes el sarcasmo. —Se volvió a acomodar en su asiento, comiendo despreocupadamente. —Puedes agarrar si quieres, no muerdo.

—Ah, si. —Trato de sonar lo menos confundido posible, no imaginaba que eso pasaría. —Perdona por no entenderte, me tomaste desprevenido.

No recibió ninguna respuesta.

Genial, lo había arruinado.

Si sus padres hubieran visto aquello, definitivamente lo hubieran desheredado. Había dejado que sus emociones salieran a flote, no había entendido un comentario y había arruinado su oportunidad de acercarse al elegido.

Si, la vida lo odiaba seguramente.

—Hola, ¿no vieron a un sapo por aquí?, un niño llamado Neville lo acaba de perder. —Miro a la chica que había entrado al vagón, solo negó, poco interesado en la situación. —Espero él haya tenido más suerte...

—¿Harry Potter?

Entonces se intereso. Un niño pelirrojo había entrado también al vagón, lo reconoció en seguida.

Un Weasley.

El mencionado puso los ojos en blanco y suspiro fastidiado, dejando el pastel de calabaza que estaba comiendo a un lado.

—Si, soy Harry Potter.

—Entonces es cierto lo que decían, ¿tienes la cicatriz?

Cuando el niño se acercó y pareció querer revisar por si mismo, recibió un manotazo.

—No te incumbe, Weasley, y si no les importa, me gustaría que se fueran, invaden mi espacio y el de Draco, ¿verdad?

Asintió rápidamente solo para no molestarlo más, aunque debía admitir que tampoco se sentía cómodo con la presencia de aquellos dos.

—Lo siento. —Se escucho asustado, y después empujó a la chica fuera del vagón.

Bueno, la vida lo odiaba. Pero al menos la vida odiaba más a esos dos.

Y también tenía una nota mental que hacerse; a Harry no le gusta que le pregunten de su pasado.

















Pido perdón por hacer otra historia en vez de actualizar las que ya tengo, no lo podía evitar. Por favor apoyen esta historia votando y comentando si les gusta. También pueden revisar mi perfil en busca de otras, y seguirme de paso cof cof.

Has llegado al final de las partes publicadas.

⏰ Última actualización: Dec 13, 2023 ⏰

¡Añade esta historia a tu biblioteca para recibir notificaciones sobre nuevas partes!

Sangre verde • Drarry • Harco Donde viven las historias. Descúbrelo ahora