Theo sentía un vacío en su estómago que se expandía por todo su cuerpo. Sus dedos presionaban con fuerza el volante de su camioneta, esperando con impaciencia que el semáforo cambiara de rojo a verde para poder avanzar.
No estaba enojado, sino más bien ansioso y preocupado. Hace 30 minutos recibió una llamada del director de la escuela de sus hijos; su hija de nueve años, Audrey, había estado involucrada en una pelea con un niño de su clase. No sabía qué sucedió con exactitud pues el director sólo lo citó para hablar del asunto, pero Theo no era idiota, su pequeña no era una niña que se metiera en problemas, más bien las evitaba, Audrey prefería resolver los problemas con el diálogo, "así nadie se enojará, papá", le decía con aquella vocecilla aguda y suave.
Ni siquiera estacionó bien la camioneta al llegar, sólo se bajó y casi corrió hacia la entrada del instituto privado en donde se encontraban dos de sus hijos. Caminó con rapidez por los pasillos solitarios que tanto conocía, tantas veces antes había presenciado casos similares con su hijo mayor, Alek. Su hijo, ahora un casi adulto, fue en su tiempo un niño problemático, metiéndose más en peleas que en clases; sin embargo, nunca fue un bully, más bien tenía el espíritu de salvador que lo orillaba a defender a los demás, sobre todo al hijo de Will y Mike, Joshua.
En cuanto estuvo enfrente de dirección se adentro a la puerta, viendo como la nueva secretaria; una joven de veintitantos años, lo esperaba con impaciencia.
—Señor Decker, un gusto volver a verlo— lo saludó con entusiasmo—. El director Miller se encuentra en su oficina con los padres del pequeño Thomas y su hija.
Theo le sonrió amable, conocía; gracias a su hijo de en medio, Stepan, que la joven tenía una especie de enamoramiento por él. "Papá, todo el mundo lo sabe, en las juntas de padres se te queda mirando", le mencionó cuando lo fue a recoger de uno de sus entrenamientos de esgrima.
—Claro, gracias por avisarme, señorita Ana.
La joven lo miró con una sonrisa de dientes. Era linda, sin duda, hasta Alek lo aceptó una vez y eso que él no iba diciendo quien le parecía linda y quien no. Pero Theo no es como esos hombres que se meten con jovencitas, era feliz con su familia y respetaba su relación con Boris.
Cruzó la puerta, aun sintiendo los ojos de Ana en su espalda.
—Buenas tardes —saludó viendo a su hija sentada, sus pies quedaban colgando en el aire por su estatura—. Perdón por llegar tarde, estaba con un cliente y el tráfico fue horrible —habló, yendo directo con su hija y tomándola de sus pequeños hombros para que se sintiera segura— ¿Qué sucedió?
—¿Qué sucedió? —se burló la mujer que estaba sentada en el otro extremo de la oficina—. Lo que sucedió fue que su hija es una salvaje —escupió con rabia.
—Perdone, pero no le permito que llame así a mi hija —Theo saltó en defensa de Audrey.
La mujer se rió, sus manos se apretaron en puños sobre su regazo.
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| El canto de los jilgueros | Boreo |
FanfictionEra extraño ante los ojos de los demás, pero no cambiaría nada de lo que había pasado si el resultado final era el que se desarrollaba enfrente suyo: su familia. Que le habían regresado la alegría que creía haber perdido cuando su madre murió, como...