Donde Hubo Pasión, Siempre Queda un Destello

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El sol se ponía sobre el horizonte, tiñendo el cielo de tonos cálidos mientras Mikael Arashi caminaba por las calles familiares de su barrio. A sus 15 años, había perdido algo más que partidos de fútbol; había perdido su pasión. El recuerdo de su padre, Harry Williams, lo perseguía como una sombra, recordándole los días en que el fútbol era su vida.

Mikael, de estatura promedio pero delgado, llevaba consigo el peso de una desmotivación que se apoderó de él tras la muerte de su padre. Su cabello castaño rojizo ondeaba suavemente con la brisa, y sus ojos verdes, a pesar de reflejar determinación, también mostraban la tristeza de una llama que se había apagado.

 Su cabello castaño rojizo ondeaba suavemente con la brisa, y sus ojos verdes, a pesar de reflejar determinación, también mostraban la tristeza de una llama que se había apagado

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"¿Por qué molestarse?", pensé mientras pateaba una lata vacía en la acera. El fútbol, que solía ser mi alegría y escape, se había desvanecido junto con la figura paterna que me impulsaba a ser el mejor.

Mi madre, Kaede Arashi, esperaba que siguiera los pasos de mi difunto padre y me convirtiera en un médico exitoso. Sin embargo, cada intento de complacerla solo amplificaba el vacío en mi corazón. El fútbol, una vez vibrante y lleno de promesas, se desvaneció en el olvido.

Ingresé a la secundaria con la carga de expectativas que no eran mías. Mis días eran monótonos, y la distancia entre mi madre y yo se ampliaba con cada intento fallido de llenar el vacío con logros académicos.

Fue entonces cuando Celia Hills entró en mi vida, una chispa de luz en mi monotonía. Con el pelo corto azul oscuro y ojos igualmente azules, Celia irradiaba energía y vitalidad. Se convirtió en mi mejor amiga, una conexión inesperada en medio de mi oscuridad.

Flash Back

A medida que avanzaba por los pasillos de la secundaria, empezaba a recordar viejos y lejanos momentos.

-Mikael, ¿alguna vez pensaste en volver a jugar fútbol? -me preguntaba.

Dejé escapar una risa amarga. -El fútbol es solo un recuerdo lejano. Además, mi madre... ella quiere que sea un médico -confesé para mí mismo.

-No puedes vivir para complacer a los demás. Deberías hacer lo que te hace feliz. ¿Recuerdas cómo disfrutabas del fútbol? ¿Cómo te sentías libre en el campo? Muchas personas me decían lo mismo.

Me encontraba reflexionando sobre estas palabras. Las imágenes de mi infancia, cuando el balón era mi confidente y el campo mi reino, se deslizaron por mi mente.

-Era libre, sí. Pero eso fue antes de que mi padre...

-Tu padre estaría orgulloso de verte feliz, decían. Tal vez debería intentarlo de nuevo, solo por él.

Intrigado por la idea, comencé a reconsiderar mi relación con el fútbol. El destino, sin embargo, tenía otros planes. En un giro inesperado de los acontecimientos, durante una tarde de estudio en la biblioteca, fui llamado a la oficina del director.

-Es extraño que lo llamen a la oficina del director para un examen de excelencia -comentó uno de mis compañeros.

Entré a la oficina, donde me encontré con una escena peculiar. El director, un hombre mayor con lentes, estaba siendo persuadido por una chica de pelo corto, de color azul oscuro y ojos azules. Celia Hills, la líder del club de periodismo, en ese momento inexistente.

"Renacimiento Estelar: El Alma del Fútbol en Inazuma Eleven"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora