VI

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Mi juego, mis reglas

Ella, sumida en la tristeza, se refugió en el jardín, buscando consuelo entre las lágrimas. Entre sollozos, una anciana apareció, sorprendiendo a Ella.

Ella: Oh, señora. ¿se encuentra bien? ¿Necesita que la ayude?

Anciana: Gracias por tu amabilidad, joven. Tu corazón puro ha convocado mi presencia.

Ella (entre lágrimas): ¿Quién eres?

Con un destello mágico, la anciana se transformó en una mujer deslumbrante, sosteniendo una varita.

Hada Madrina: Soy tu hada madrina, y estoy aquí para cambiar tu destino esta noche.

Ella (incrédula): ¿Cambiar mi destino?

Hada Madrina: Sí, querida. Se que hoy es la noche de la fiesta y tu debes ir. Ahora, para llegar a la fiesta como una verdadera princesa, necesitarás un carruaje digno de tu belleza.

Con un toque de su varita, la calabaza cercana se transformó en un carruaje elegante, tirado por hermosos caballos blancos.

Ella (maravillada): ¡Es asombroso! Pero, ¿qué hay de mi vestido?

Hada Madrina (con gracia): Ah, mi querida Ella, no te preocupes. Tu vestido será tan deslumbrante como las estrellas de la noche.

Con movimientos gráciles y su varita danzando en el aire, el vestido de Ella se transformó en un deslumbrante atuendo de gala, con detalles brillantes y telas suntuosas.

Ella (agradecida): Es... es más de lo que jamás soñé. ¿Cómo puedo agradecerte?

Hada Madrina, con ternura: Tu felicidad es mi mayor recompensa. Ve ahora, y que la magia de esta noche te guíe hacia tu destino.

Ella estaba a punto de irse, pero el Hada la freno y le dijo:

Hada Madrina (con una advertencia amistosa): Recuerda, mi querida Ella, a las doce en punto, todo volverá a la normalidad. El tercer sonido de las campanas será tu señal para retirarte. No olvides el límite del encanto.

Ella (asintiendo con gratitud): Lo recordaré. Gracias por todo, Hada Madrina.

Con esa promesa en el aire, Ella subió al carruaje, deslizándose hacia su destino con la magia de la noche a su alrededor.

El palacio real se extendía majestuoso ante Ella, cuyos ojos admiraban cada detalle. Mientras caminaba por el salón principal, la música y la alegría de la fiesta se fusionaban en una sinfonía de emociones.

Las escaleras descendían con gracia bajo los pasos de Ella, cuya presencia no pasó desapercibida. Desde la distancia, el príncipe, envuelto en la elegancia de la realeza, quedó fascinado por la joven de vestido azul y cabello dorado. La sorpresa pintaba su rostro, un atisbo de admiración por la belleza inesperada.

Lady Tremaine, inmersa en su propio juego, se deslizaba por la pista de baile con un acompañante real. Sus ojos, agudos como dagas, detectaron a Ella entre la multitud. La chispa de reconocimiento parpadeó en sus ojos, y su plan maestro comenzó a tomar forma.

Ella, mientras tanto, disfrutaba de los giros y pasos de baile con un caballero amable. Risas y melodías inundaban el ambiente, pero la sombra de Lady Tremaine persistía en su mente, generando una ansiedad latente.

Una figura misteriosa le ofreció un baile a Ella, alejándola por un momento de las garras de la madrastra. Bailaron en la penumbra, entre risas y secretos compartidos, sin que Ella sospechara la identidad del enigmático desconocido.

Lady Tremaine, frustrada por la evasión de su presa, observaba desde lejos. La noche avanzaba, y las manecillas del reloj parecían latir al compás de su plan malévolo.

La cenicienta: "el beso del maltrato"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora