Capítulo 6

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Ya han pasado 3 semanas desde que Kanon se fue, ya es la mitad del tiempo para que regrese.

Aunque sigo arreglando la casa, creo que hay muchas cosas que no podemos hacer solo entre dos personas. Además, me faltan materiales, cambiar algunas tablas, una buena pintura. A veces estoy tan cansado que ya no quiero nada más. El estrés de contar los centavos y de racionalizar lo que tengo.

Desde el incidente con la bisabuela de Jason, le dije que ya no llegaría para evitar cualquier problema. Sin embargo, él llega todas las noches con la cena para acompañarme. Nunca creí que llegaría a hacerme amigo de un niño de 15 años. Además, mi vecina también busca hacerme compañía de vez en cuando, o me invita a su casa, sin ninguna connotación de doble sentido.

Pero sigo sin dormir bien.

Se han preocupado, ya que mi rostro refleja una ojeras simulando el rostro de un mapache. Tiendo a dormir algunas horas al día, pero esta noche me siento extremadamente cansado, así que me dirijo a nuestra habitación... Si, aún con la cama inflable. Me gustaría mucho poder tener un colchón decente para cuando Kanon regrese, pero no creo que logre juntar esa cantidad de dinero en las tres semanas faltantes.

En fin, pongo música relajante en mi celular, y espero esta vez ignorar todos los sonidos, no escuchar ni que mi mente invente cosas, y solo lograr dormir.

Dormir.

Siento cosquillas en mi entrepierna. Somnoliento, me remuevo en las sábanas, pero hay un peso que no me permite moverme libremente. Con dificultad abro mis ojos, buscando con extrañeza, ¿qué será aquello? No me alarmo, creo que la mitad de mi cerebro sigue dormido.

Observo por la tenue luz que entra en las rendijas de las cortinas y justamente, hay "alguien", al menos parece "alguien" que está entre mis piernas, que está entre mis genitales.

¿Quién?

Un par de segundos bastan para estar consciente de dónde me encuentro, y mi respiración se acelera en demasía.

—¿Kanon? —Pregunto incrédulo, apenas con mi voz ronca, dejando mi boca abierta, respirando por ella.

La cabeza de quien sea se detiene por un momento, para luego continuar.

Impulsivamente, levanto la sábana para ver quien es, alistándome para... no sé, para nada, no sé qué se supone que debería hacer.

Mi respiración se detiene por segundos, agudizo mi visión lo más que puedo. Siento un ligero mareo en mi cabeza y los vellos de mi piel se erizan por completo.

Esto no puede ser.

No hay nadie.

Nadie.

Escucho la puerta de la habitación abrirse de golpe.

La adrenalina me recorre por completo y agudiza mis sentidos. Con el palpitar del corazón en mis oídos, me levanto con dificultad de la cama y, arreglándome el pantalón de pijama, corro hacia la puerta buscando encender todas las luces que pueda. No veo nada. Bajo hacia el primer nivel, de prisa para verificar las puertas de salida: la del patio y la de la entrada principal; ambas, cerradas y con los pasadores internos.

Di un rápido vistazo por la planta baja, sin encontrar nada ni a nadie.

Empiezo a hiperventilar. Camino hacia atrás hasta toparme con una pared y me deslizo lentamente hacia el piso. Mis lágrimas se desbordan por mis ojos y los cierro fuerte. Me duele el pecho y me empieza a costar respirar. Escucho sonidos extraños, como si una campana no dejara de sonar, una y otra vez, seguido, estruendoso y agudo, sé que eso está en mi cabeza, ¿o no? ¿Qué hago? ¿Qué está pasando? ¿Es un sueño? ¡Pero se sintió todo tan real!

Lo llamo. Pidiendo en mi mente, rogando, que conteste rápido.

Dos timbrazos.

Tres timbrazos.

Cuatro.

¿Rada?

Sí contestó.

Rada, ¿estás bien? ¿Qué ocurre? —escucho su voz con el tono de preocupación.

—No sé... qué pasó... se miraba real... se sentía tan real... —digo en medio de jadeos.

Me estás asustando, ¿estás herido?

—No...

¿Estás en casa?

—Si... siento que... no respiro... —le digo apenas, sintiéndome cada vez peor, más mareado.

Seguramente es un ataque de pánico o algo así. Bien, escúchame Rada, necesito que hagas lo que te diga —asiento, aunque sé que no me puede ver. —Pega la punta de tu lengua al cielo de la boca y haz tres respiraciones rápidas, con la última, saca todo el aire. Vamos, hazlo.

Sigo sus instrucciones, al menos con ello dejo de sentir la presión en la cabeza y el palpitar de mi corazón en las sienes.

Bien, ahora, necesito que respires por tu nariz, muy profundo, sostenlo por 4 segundos y ahora lo sacas por la boca, despacio.

Hago lo que me dice y comienzo a escuchar el silencio de la madrugada, ya no siento como si una maratón estaría recorriendo dentro de mi cuerpo.

¿Ya estás más calmado? —pregunta con genuina preocupación. Me doy cuenta que él activó su cámara, aunque yo no había activado la mía, hasta ahora.

—Si, gracias. Me ayudaste mucho —. Veo que él ya estaba empezando a prepararse para empezar el día, está a medio vestir.

Mi amor, ¿qué pasó? Cuéntame.

—No importa, fue algo de... Mi imaginación. Termina de alistarte o llegarás tarde —no sé si estoy listo para decirle esto. ¿Para decirle qué? Ni siquiera estoy seguro de lo que pasó.

Lo importante es que estás bien. Pero luego te llamaré y me dirás que ocurre.

—En serio, no fue nada.

Deberías contactarte con tus amigos, me preocupa que estés tanto tiempo solo.

—No te preocupes, además, estoy haciendo nuevos amigos acá en el pueblo.

¿En serio? Bien, me los presentas cuando regrese —. Su sonrisa, esa genuina sonrisa que me encanta.

—Si, si, no hay problema yo... —¿por qué le digo ese tipo de cosas?

Hablamos luego, ya debo irme. ¡Adiós! —dice a penas con un sándwich en la boca.

Me echo para atrás topando mi cabeza con la pared, lanzando un gran suspiro al techo. Faltan como dos o tres horas para que amanezca. Me quedo observando esas tejas de madera vieja, el candelabro polvoriento que no tengo idea de cómo funciona.

Observo todo a mi alrededor, no quiero volver a sentir eso. Kanon dijo que era un ataque de pánico, pero tampoco entiendo qué fue lo que ocurrió en la habitación.

Lo juro, se sintió muy real.

No, no podré regresar a dormir.

Reviso cada rincón de la casa, esta vez con más calma.

No encuentro razón de cómo alguien lograría entrar.

Sin embargo, encuentro cosas en sitios extraños, en donde no deberían estar: el rastrillo de jardín en la cocina, mis llaves en la gaveta de los cubiertos, el cargador de mi laptop dentro del aparador antiquísimo de vajilla de adorno.

Abrazo mis piernas, entierro mi rostro entre mis rodillas, y vuelvo a llorar desconsoladamente.

Nada de esto tiene sentido.

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Continuará

¿Seguro que es un... poltergeist?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora