— ¿Estás sonriendo? —preguntó la noche con curiosidad y nostalgia.
— Sí, es la primera vez que sonrío tanto —dije, secando mis lágrimas que brotaban de unos ojerosos ojos.
— ¿Sabes? Es bueno tenerte de vuelta, te extrañé —añadió con una sonrisa melancólica.
La noche y yo, a pesar de todas las circunstancias, nunca nos habíamos alejado. Solamente nos tomamos el tiempo necesario, porque la noche y yo éramos uno solo.
Poco a poco, la noche y yo recogíamos los pedazos que yacían en el jardín de la vida, rodeados de estrellas brillantes, inmersos en la naturaleza que bailaba al son de un viento suave como el algodón
Aquella noche, mientras charlábamos animadamente, los fragmentos que alguna vez se llamaron "Yo" se unían. Era extraño, pues esos últimos días la noche no se asomaba a mi ventana, y yo no quería verla. Pero, al final del camino, bastó con un "te quiero" para que todos los fragmentos de lo que alguna vez fui se unieran.
— ¿No crees que es rápido? —pregunté ansiosamente.
— Pequeña estrella, llevas tiempo soportando todo. Permítete sanar, te lo mereces. Todos merecen sanar —respondió serenamente.
— ¿Y si vuelvo a equivocarme? —pregunté temeroso.
— Es normal equivocarse. Eres "humano", tan frágil como el pétalo de una rosa, pero tan fuerte como el cuarzo más duro —dijo con una voz pacífica—. No tengas miedo de equivocarte. Solo así podrás crecer, aprendiendo de esos errores y seguir adelante.
— Pero, ¿y si se alejan de mí por mis errores? —dudé de tal afirmación.
— Entonces, esas personas no son tus aliadas. Solo son personas pasajeras —dijo mientras me acariciaba el pelo—. Las personas de verdad te aceptarán con tus errores y no los van a solucionar por ti, pero te animarán a hacerlo. Tienes derecho, como todo el mundo, a equivocarte, a fracasar, pero nunca a rendirte.
Tras escuchar las palabras de mi amiga, la noche, solamente pude soltar lágrimas, no de angustia, no de dolor, no de penas, sino de paz. Así como el viento acariciaba suavemente las hojas de los árboles, la noche acariciaba pacíficamente mi cabeza, dando el consuelo que siempre busqué
La vida, las experiencias, las personas, todo se une para formar a quien me convertí hoy en día, y mi amiga la noche, ante el cielo estrellado, afirmó a la vez conmigo que los fragmentos del "érase una vez" se volvieron a un inicio. Ante las estrellas, solo podía recitar lágrimas de felicidad y armonía.
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