PROMISES.

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Los meses habían pasado bastante rápido, pero para Victoria cada día que pasaba era una tortura. Platón, su gato y Tomás, lograban alegrar un poco sus días, pero la verdad era que ella ya no quería seguir viviendo. Sentía los días pesados, pausados y tan, pero tan infernales. Había días, la mayoría, en los que sólo quería morir. Quería dejar de existir. Claro que esto ella no lo hablaba con nadie, hasta que un día, le contó a Tomás, pero jamás se esperó que ambos sintieran exactamente lo mismo.

Mi madre, nuevamente, me ha echado en cara que no consigo trabajo. ¿Sabes? Es absurdo que me maltrate tanto, porque sí busco trabajo, sólo que no me contratan”, le había dicho él.

Pero lo cierto es que aunque él encontraba trabajos, terminaban siendo esporádicos. Y no porque en verdad lo fueran, sino que porque no duraba más de dos semanas en ellos. Ya había trabajado como repositor en un supermercado, como cajero en una tienda y hasta como repartidor, pero no... nada le duraba. La verdad es que a Victoria no parecía molestarle, pero sí pensaba en cómo lograría Tomás cumplir su promesa.

Te prometo que el próximo año estaré a tu lado, en tu país”, había prometido él.

El año ya había comenzado, pero él aún no tenía dinero para viajar, a pesar de que estaba segurísimo de viajar con ella. Victoria sólo esperaba que él pudiera cumplir su promesa.

Victoria aún no sabía que hacía unos días, Tomás la había engañado con dos chicas la misma noche y claro... ninguno de los amigos de él había sido capaz de confesarle la verdad. ¿Él? Él tampoco le diría nada, al menos, no por un largo tiempo.

VICTORIADonde viven las historias. Descúbrelo ahora