Por fin había terminado de trasladar todas mis cosas a casa de mi abuela y podría descansar por primera vez en mi nueva habitación. Desde que ella enfermó, venía todas las tardes a darle conversación y ayudarla en lo que necesitara. Nos entreteníamos mucho; yo le contaba mis anécdotas de la universidad, y ella me relataba historias de su infancia. A pesar de repetir siempre las mismas historias, nunca me aburría, pues las narraba de manera que pareciera que las escuchaba por primera vez.
Me relató cientos de historias de su pasado, pero en ninguna de ellas mencionaba a mi abuelo. Al parecer, fue una persona muy mala, de esas a las que denominamos "hombres de antaño". A pesar de no haberlo conocido, nunca quise saber nada sobre él, ya que por lo que había oído, trató muy mal a mi abuela.
Durante la primera tarde después de la mudanza, nos encontrábamos en el salón, charlando mientras veíamos su programa favorito en la televisión. En un momento de la conversación, mi abuela cogió el mando y la apagó.
"¿Ya te cansaste, abuela?", le dije con una sonrisa en la cara.
"Tengo que contarte algo", dijo en tono serio, cambiando por completo su expresión.
"Conviví con tu abuelo entre estas paredes cerca de sesenta años y, aunque él falleció hace unos cuantos, me visita cada noche y se coloca al lado de la cama hasta que amanece", me comentó mientras prestaba atención.
"Necesito que me prometas algo", me dijo agarrándome las manos.
"Lo que quieras, abuela, cuéntame", le respondí con preocupación.
"Pase lo que pase cuando nos visite, nunca intentes hablar con él ni le mires a los ojos. Cuando amanezca, se irá y no pasará nada".
No podía creer lo que estaba diciendo, pensé que estaba delirando debido a su enfermedad, así que le dije que no pasaba nada, que haría todo lo que había dicho.
Esa misma noche, después de acostar a mi abuela en su cama, fui directa a mi habitación. Dejé la puerta abierta por si necesitaba algo durante la noche, estaba muy cansada y me dormí apenas apoyé la cabeza sobre la almohada.
De repente, me desperté sobresaltada en mitad de la noche por un escalofrío repentino. Miré hacia la puerta entreabierta y vi una sombra oscura moviéndose por el pasillo. Mi corazón latía con fuerza cuando, lentamente, la sombra se acercó a mi habitación. Un frío intenso llenó el ambiente y, sin querer, giré mi cabeza hacia la figura que se encontraba al lado de mi cama.
Ahí estaba él, observándome desde el borde de la cama, con una mirada gélida y una sonrisa siniestra. Intenté contener mi respiración y no mirarlo a los ojos. Me tapé la cabeza con la almohada para evitar la tentación, cuando de repente noté cómo por la zona de mis piernas el colchón se hundía poco a poco, un aire frío recorrió todo mi cuerpo mientras el corazón se me iba a salir del pecho.
"¿No vas a saludar a tu abuelo?", me dijo el ente con una voz ronca y siniestra.
De pronto, recordé las palabras de mi abuela y me obligué a mantener la calma, resistiendo la tentación de mirar directamente a los ojos de la figura oscura. Con voz temblorosa, respondí:
"Lo siento, abuelo, no puedo hablar contigo".
El silencio llenó la habitación, pero el frío persistía y sentía como si la presencia se intensificara.
De repente, un sonido estruendoso rompió el silencio de la noche. Un reloj muy antiguo, olvidado en el pasillo, comenzó a sonar descontroladamente. La figura se estremeció y retrocedió unos pasos. Entonces, una luz tenue empezó a filtrarse por la ventana. El alba se acercaba y con ella, la prometida partida de la presencia.
El reloj cesó su estruendo y la figura desapareció gradualmente en la oscuridad. El alivio invadió mi cuerpo cuando sentí que la habitación volvía a la normalidad. Sin embargo, algo no estaba bien.
Al día siguiente mientras estaba ordenando la habitación de mi abuela un escalofrío recorrió mi espalda al ver una antigua fotografía de mis abuelos, me quedé en silencio al ver a mi abuelo, quien era idéntico a la figura que me visito la noche anterior.
Inmediatamente, compartí lo sucedido con mi abuela. Ella asintió con tristeza y me reveló la verdadera historia detrás de lo que sucedía cada noche en su casa.
Aquella presencia no era mi abuelo fallecido, sino algo más siniestro que se hacía pasar por él desde hacía años, y solo la promesa de no interactuar con él había mantenido a salvo a mi abuela.
Pero para mí, ya era tarde.
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Cuentos De Terror Para No Dormir Solo
HorrorEn las páginas de esta escalofriante recopilación, el lector se adentra en un mundo donde la oscuridad y el misterio se entrelazan para desvelar una serie de relatos macabros y estremecedores. "Cuentos de terror para no dormir solo" es una colección...