Capítulo 3

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Esa noche no pegó un ojo, y con sobradas razones.

Alguna que otra vez fantaseó con la idea de tener descendencia, pero nunca fue un tema que lo preocupara en demasía. En sus años de juventud, la prioridad fue sobrevivir y ganar suficiente dinero para comprar su propio techo. Tener una vida cómoda, sin demasiados sobresaltos más allá de la naturaleza de su trabajo. Siempre quiso tener un perfil bajo, y lo logró hasta conocerlo a Pablo. Luego de comprar su propio departamento, los temas de relevancia se mudaron al ámbito de la salud, la estabilidad económica y el intento de acercamiento con sus hermanos. Lionel siempre estuvo presente, de una manera u otra, a pesar del lavado de cerebro que el resto de sus familiares ejercían sobre Mauro y Corina. Pero esperó, pacientemente. A sabiendas que algún día podría reestablecer aquel vínculo roto.

A lo largo del tiempo, el concepto de tener un hijo se convirtió en un chiste de mal gusto. Un acto de amor tal como traer un humano al mundo, presupone un aprecio a la humanidad, caso que no era el suyo. Todo el planeta representaba un cliente para él, con excepción de sus tres amigos del alma.

Un hombre que no se considera hombre y es tan solo un producto para generar placer, no puede sentir nada por otro ser humano. Muchos pueden verlo como un cliché, pero apreciarse realmente a uno mismo antes de poder amar a los demás, es un hecho factual y real. No se puede brindar amor a otro ser si desde el interior, tan solo se enarbola desprecio y lástima por lo que se refleja en el espejo.

Todo cambió en el veintidós.

Los fragmentos de hielo se fueron quebrando y derritiendo poco a poco, dejando aflorar al verdadero Lionel que incluso él mismo comenzó a redescubrir. Ver su reflejo en los ojos de Pablo hizo que pudiese entender por qué alguien se enamoraría de un hombre como él, a pesar de sus circunstancias, heridas y defectos. Y lo que vio no era tan feo y arruinado como él creía. El amor se instaló como un visitante frecuente para luego convertirse en un inquilino de por vida. Los primeros ataques de pánico hicieron que conozca a Cata, su psicóloga y de ahí, sesiones de por medio, todo empezó a tener sentido. Él no ayudó a sus amigos en su momento por un simple hecho de compañerismo. Tampoco les pasó dinero a sus hermanos porque sentía culpa de algo. Y mucho menos, aceptó a Pablo como el hombre de su vida por lástima. Hizo todo eso porque él es una buena persona, muy a pesar de lo que su trauma le diga las veinticuatro horas del día, y eso se ve en la sonrisa de los hijos de Aimar cuando lo abrazan y se acurrucan con él en el sillón para mirar una película. O cuando su novio le trae el desayuno a la cama con tostaditas con dulce de leche. O en esos simples mensajes de '¿Qué contás, Gringo?' a cualquier hora por parte de sus amigos, sin esperar nada a cambio.

Y ahora, después de caer en la cuenta que puede amar como cualquier otro, aparece un hijo.

Un hijo.

El stress le produce fuertes dolores estomacales y gira varias veces en la cama, inquieto. Resopla, abraza a Pablo y luego se da vuelta nuevamente para darle la espalda. Aimar apenas si responde, fingiendo estar dormido. Pero el DT se encuentra en el mismo nivel de vacilación que el mayor. O quizá más.

Inicia un nuevo día con el desayuno en la cocina y el elefante en la habitación no tarda en aparecer.

—¿Querés hablar de Martín?

La pregunta de Pablo es lógica. Lo afecta de alguna manera a él también, porque lo fue a buscar a su casa. El motivo de preocupación es obvio.

—No sé ni qué pensar. —responde Lionel, rascándose la nuca mientras acepta el mate de su pareja— Pienso pobre pibe, crecer así, pero tampoco me gusta mucho la idea de hacerme cargo de alguien a esta altura de mi vida cuando... ni siquiera pude arrancar la mía de verdad.

Compromiso BilateralDonde viven las historias. Descúbrelo ahora