Cuando el cuarto gol llegó, los rostros de la afición de RCD Espanyol oscurecieron por completo. Algunos lloraban por la tristeza de ver a su equipo ser dejado en los últimos puestos de la tabla, a nada de descender, mientras los ganadores del encuentro disfrutaríamos del título.
Otros por su parte, se limitaban a rezar por que el juego acabara pronto, cubriendo sus rostros con sus manos o mirando a un punto fijo, con el ánimo por los suelos. En cambio, nosotros en el campo, celebrábamos como si no hubiese un mañana. Ya podíamos sentir la tan luchada liga con la punta de nuestros dedos.
Al minuto quince de la segunda mitad, ya habíamos hecho un partido impecable, y a pesar de los dos goles que nos sorprendieron en los últimos minutos, estábamos más que felices por cerrar la disputa por el título de esta manera. Además, habíamos podido celebrar el primer gol de Balde y Koundé en el equipo, mi primera asistencia y dejando en alto los colores que nos caracterizan con un doblete del mejor nueve.
En cuanto el árbitro dio por finalizado el partido, nos acercamos emocionados, celebrando el triunfo junto a nuestros compañeros y el cuerpo técnico, quienes entraron al campo, igual o más emocionados que los que estábamos allí.
Nos abrazábamos y gritábamos con alegría, incluso mis ojos se inundaron de la felicidad disfrutando de nuestro momento. Aún con la vista borrosa, logré divisar a Pablo entre el mar de rostros conocidos que pasaron a segundo plano en cuanto me sonrió.
Con pasos cortos y seguros me acerqué a él, quien me esperó con los brazos abiertos para fundirnos en un apretado abrazo al cual le añadió sus pequeños besos en mi cuello.
Era un momento perfecto: habíamos conseguido un segundo título después de la mala situación del club, y disfrutaba de esto junto a mis compañeros, los cuales se habían convertido en mi segunda familia, y abrazado al amor de mi vida.
Nuestra celebración se vio interrumpida por un fuerte grito que dijo: «Corre, corre». Fruncí el ceño deshaciendo el abrazo, y sobre el hombro de Pablo, divisé a la hinchada del Espanyol saltando al campo.
Voltee hacía el banquillo, donde ya estaba Ronald gritando que nos apuráramos. Volví mi vista hacia Pablo quien reía sin mayor preocupación. Tomé su mano y corrimos más rápido que en todo el partido.
El camino fue un caos: Alguien cayó al suelo, y Ferran sólo rió. A Franck le hicieron la sesión de fotos de su vida, mientras que Sergio corrió más ahí que en toda su carrera.
A decir verdad, fue bastante divertido.
Al entrar al vestuario todos nos mofábamos de la hinchada problemática, y agradecíamos internamente que ninguno se haya lastimado. El tema quedó en el olvido rápidamente en cuanto la primera lata de cerveza fue abierta y Laporta entró al lugar. Terminamos bañados en agua y alcohol, mientras Balde hacia un live en Instagram para interactuar un poco más con nuestra afición.
Luego de una ducha y una mini fiesta, fuimos a ver a los culers que cantaban a todo pulmón, igual de contentos con la victoria.
Saltamos tanto, que temí por los que ya iban borrachos (Ronald y Franck, para ser precisos), aunque temía más porque dejaran a Barcelona en sequía. Los veía capaces de beber hasta la última gota de alcohol de la ciudad.
Me tomé un momento para apreciarlo todo, ¿así se sentía la felicidad?
—¿Qué pasa, amor? ¿Te cuesta creer que es real? —La voz de Pablo me sacó de mis pensamientos.
—Sí, es extraño, es un sentimiento nuevo —dije entusiasmado—, dudo mucho que merezca algo así, pero solo me queda ser egoísta y disfrutar de esto.
Tomó mi mano y me guió hasta un lugar apartado. Estaba algo oscuro, pero podía apreciar su rostro, debido a nuestra cercanía.
—Mereces lo mejor del mundo, nunca lo dudes, y me esforzaré para darte una parte —dijo a escasos centímetros de mi rostro, incluso podía sentir el roce de nuestros labios—. Por cierto, enhorabuena por tu asistencia, campeón de la liga.
Las palabras sobraban en ese momento, así que solo intenté transmitirle el desorden de emociones positivas a través de un grato beso, el cual correspondió al instante.
Tomó mi cintura entre sus manos, de la manera más delicada posible, levantando un poco mi camiseta y dejó algunas caricias allí. Mis brazos rodearon su cuello, para atraerlo a mí cuanto fuera posible. No era un beso demandante, de hecho, estaba un poco sorprendido de lo lento que nuestros labios se encajaban a pesar de la emoción que demandaba el momento.
El fuerte grito de Ronald diciendo: «Frenkie de Jong, és el millor migcampista del món» o algo así, la verdad no se le entendía mucho por lo borracho que estaba, hizo que rompiéramos el beso para reírnos.
—Deberíamos prohibirle tomar una gota más de alcohol —dije riendo, pero si estaba un poco preocupado.
—Déjalo ser, no todos los días ganas la liga en el club de tu vida.
Volví mi vista hacia Ronald, quien ahora se tambaleaba un poco al lado de un sonriente Raphinha.
—¡Tortolitos! —llamó Ansu en la lejanía, haciéndonos una seña para que nos acercáramos y reanudáramos la celebración.
—¡Vamos! —dije motivado.
—En un momento, ahora solo quiero besarte —Hizo un puchero.
—Ya me besaste.
—Pero quiero otro —Pataleó berrinchudo—. Es que besarte es tan adictivo, me tienes tan enamorado.
—Me siento exactamente igual que tú —expresé con sinceridad—. Uno más y volvemos, ¿sí?
Asintió antes de volver a unir nuestros labios por algunos segundos, para luego separarnos una sonrisa imborrable en nuestros rostros.
Caminamos hasta donde estaban los demás, el humo las bengalas rojas y azules, hacían un bonito contraste mientras los cánticos aumentaban su volumen. Miré a Pablo una vez más, apreciando su perfil, el cual era tan perfecto que parecía un dios de la belleza. Sentí mi interior burbujear, las supuestas mariposas se habían convertido en un zoológico.
No podía estar más enamorado.
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cwtch ★ gadri
Fanfictioncwtch: un abrazo cálido y afectivo; acurrucarse, que genera una sensación de un lugar seguro o una sensación de estar en casa. © ofrendasalmar