3. UN PRIMER LATIDO

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—¡Apártate idiota! —gritó Ron tratando de quitarse de encima a Draco.

El otro seguía mirándole con deseo en su mirada mientras apoyaba sus brazos a los lados de su cabeza. Como si tratase de protegerlo de cualquiera que pudiera verlo.

—Apártate —pidió, esta vez con la voz apaga como si el rubio hubiese apagado el interruptor de enfados de Ron.

Draco lo miró en silencio, solo quería jugar un poco. Besar a un hombre no se diferenciaba en nada en besar a una mujer, al menos si solo hablan de besos. Acarició sus labios contra la mejilla de Ron hasta llegar a su oreja y besó con suavidad el lóbulo.

—Suéltame —pidió el pelirrojo sin fuerza.

Poco a poco caía en las garras del rubio. Ron movió los brazos y apretó el abdomen de Draco con sus manos para tratar de empujarlo, pero solo consiguió que él se acabase de dejar caer sobre su cuerpo. Y era demasiado cálida la sensación de estar cerca. Como si el calor que transmitía fuese algo bueno para él. 

Draco se quedó quieto, observando a Ron de cerca. Sus ojos, azules, no se había percatado de lo cristalinos que eran, un azul más dulce que el del cielo. Y ahora, llenos de lágrimas por lo aterrado que estaba, le parecían aún más curiosos. 

Draco se acercó hasta que sus labios se rozaron y Ron cerró los ojos temblando. No se había imaginado su primer beso como ese, de hecho no con un chico y menos aún con Malfoy. Ron pataleó bajo el cuerpo delgado, no más que el suyo, tratando de quitárselo de encima. Y debía admitir que el cálido cuerpo que se empujaba contra él no le desagradaba, ni siquiera el roce de unos labios que solo sabían maldecir y decir estupideces. No era porque le gustase él, era porque las nuevas sensaciones que estaba aprendiendo eran nuevas, únicas y deliciosas.

Draco relamió por fuera el labio del gryffindor, tratando de entrar dentro de su boca y poder saborearlo un poco más. Pero la tensión, los labios arrugados y acartonados de Ron le hicieron imposible el paso.

—Eres inútil besando Weasly —dijo Draco, más alto de lo que le gustaría.

El pelirrojo tiño su tez del mismo color que su pelo. Le ardía el cuerpo, le ardía el deseo y notaba lo que abajo empezaba a formarse y que no quería que Draco descubriera. Cuando por fin el rubio se levantó un poco de encima, Ron lo empujó hacia atrás.

—Por supuesto que te beso mal, porque me da asco tener que besarte —respuso Ron.

Y con el traje arrugado y desaliñado salió corriendo, tambaleándose, pero sin atreverse a girarse para ver si Draco lo seguía, tenía miedo de que le volviera hacer lo mismo, y miedo de que le gustase demasiado esa sensación.

Cuando llegó a los baños, algo más tranquilo se miró en el espejo. Un rubor empañaba sus pecas, dejándolas menos vistosas que antes, como si se escondieran con una vergüenza compartida.

¡NO PEGAMOS! Draco x RonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora