Dolor.

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"Hola, Sessh...

Mi abuela Kaede está muy rara. No me deja usar mi teléfono para llamarte ni mi computadora, ¿Por qué? Estos últimos días me ha tratado mal...dice cosas que no comprendo y me tiene encerrada todo el día en este lugar.

Me encantaría decirte dónde estoy, pero no lo sé. Tampoco me lo quiere decir, pero ha asegurado que estoy en peligro.

Te extraño, y solamente ha pasado un mes desde que me fuí. Ojalá el verano termine rápido para volver a verlos a todos.

Hace unos días encontré un viejo libro de recetas con el cual me entretengo ya que otra cosa no puedo hacer. Aprendí a hacer Okonomiyaki, Yakitori y mejoré mi Tempura sólo para ti.

¿Todavía conservas nuestro anillo de promesa, verdad? No puedo dejar de observarlo al ir a mi cuarto para descansar. Echo de menos dormir entre tus brazos como las últimas noches que compartimos juntos...

Ojalá pueda encontrar la manera de hacerte llegar esta carta. Dile a mamá Izayoi y a papá Tōga que los amo, y a Inu que lo echo de menos... también salúdame a Kagome, a las chicas del grupo y a los chicos también.

Te amo,

Rin."

———————

Justo cuando Sesshomaru pensaba que su larga semana estaba por terminar, su secretaria tocó su puerta para informarle que su padre llamó avisando que su estadía se prolongaría algunos días más por problemas internos.

El albino gruñó y le pidió no muy agradablemente a la joven que se retirara de su oficina. No sabía por qué, pero últimamente su mente parecía estar en otro plano. Por alguna razón, no podía sacar a Rin de su cabeza.

Acarició su dedo en donde tenía aquel anillo que alguna vez le había dado a su querida vecina, pensando que volvería a verla al final del verano. Sonrió de lado al recordar cómo su novia pensó, durante los primeros años de relación, que él en realidad estaba casado. En esos tiempos, Sara estuvo meses intentando qué se sacara ese anillo ya que, según ella, daba la impresión equivocada en la sociedad.

Le costó tanto tiempo convencerla que no estaba comprometido con otra mujer, y luego un poco más hacerle saber que no tenía pensado renunciar a ese único recuerdo que lo conectaba con la única mujer que se había robado su corazón. Por supuesto, esa parte no se la había dicho. Con el pasar de los años, ella simplemente lo olvidó.

— ¿Dónde estás, Rin?— susurró con pesar. La angustia se acrecentaba con el pasar de los días. Le era complicado fingir que todo estaba bien para que Sara no sospeche nada.

Muchas veces había querido hablar con ella sobre Rin, pero no podía decir una sola palabra sin que su garganta le doliera.

Habían pasado semanas desde que el investigador privado que su padre había contratado se comunicó con él. Sus dedos picaban por agarrar su teléfono y llamar a Kaijimbo, por gritarle que era un maldito inútil, diez años de ardua búsqueda sin ningún resultado. Cuando pensaban que estaban por dar con la azabache, algo ocurría y ésta se les escapaba de las manos. Estaba harto de toda esa mierda...

Solo quería volver a tener a Rin entre sus brazos.

¿Era mucho pedir?

Unos toques en su puerta y la suave voz de su novia lo obligaron a recomponerse. Cuando le permitió el acceso, ésta entró en la oficina con una gran sonrisa y una caja entre sus manos.

— ¡Buenos días!— saludó con alegría.

— Buenos días, linda.— respondió él con menos emoción.

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⏰ Última actualización: 5 days ago ⏰

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Koi No Yokan [恋の予感]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora