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¿Recuerdas cuando no dejaba de mirarte? En ese momento, estaba confundido.

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Habíamos quedado un rato charlando sobre nosotros. Teo aprendió a tocar la guitarra desde los 10 años, aunque desde antes ya le apasionaba la música. Tomó clases de canto a los 4 años. En serio, era increíble. Le rogué que me cantara un poco, pero solo cambió el tema. Parecía que hablar de eso le incomodaba. También me contó que dos amigas suyas estaban aquí en la universidad, aunque aún no las había visto. Notamos que coincidimos en varias materias. Eso realmente me alegró. Sería mi primer amigo aquí, o al menos esperaba que fuéramos amigos.

Si no fuera por la campana, nos habríamos quedado charlando todo el día. Cada uno tomó sus pertenencias. Tomé uno de mis cuadernos. Aunque me extrañó que él tomara dos. Sin embargo, no quise preguntarle para no incomodarlo. No era de mi incumbencia.

Salimos del dormitorio juntos. Su andar era algo elegante. Me resultaba raro, era como si caminara sobre las nubes. Incluso eso me atraía de él. Estando uno al lado del otro, noté que él era ligeramente más alto y su cuerpo un poco más formado, aunque no demasiado.

—¿Te puedo preguntar algo? —le dije, apartando la mirada. Sí, lo estaba mirando directamente.

—Ya la hiciste —dijo, regalándome una media sonrisa. Aunque obviamente me estaba haciendo una broma, al sonreír, hacía que me lo tomara como una muestra de cariño.

—¡Qué malo! —exclamé, fingiendo estar molesto. Su sonrisa era contagiosa, por lo que no tardé en sonreír también. —Bueno, ¿por qué tomas clases de literatura si quieres ser músico?

De repente, su sonrisa se borró. Sin que me lo dijera, supe que había tocado un tema delicado. Sin embargo, eso no le impidió decírmelo.

—Estoy cumpliendo el sueño de mi hermano, ya que él no puede. —Suspiró lentamente antes de continuar. —Perdió la vida en un accidente. Éramos inseparables. Él me dijo que quería volverse escritor, pero que antes iba a terminar la universidad para especializarse. Y aquí estoy, haciéndolo por él.

Apartó la mirada, ocultando su bello rostro tras su cabello. Un sollozo me avisó que estaba conteniendo el llanto. Estaba a punto de decirle que lo dejara salir, que contenerlo solo le haría mal. Pero no pude articular palabra. No pude al ver que regresó la vista a mí, sonriendo. A pesar de que sus ojos estaban notablemente humedecidos. Sonrió como si nada hubiera pasado. En ese momento supe que era más fuerte de lo que aparentaba. Desde ese instante, lo admiré.

—Realmente lo lamento, no debería haber preguntado —dije con voz cargada de culpa.

Acerqué mi mano a su rostro, especialmente a un mechón de su cabello que estaba adherido a su mejilla derecha, y lo acomodé detrás de la oreja. Teo me miró confundido y, por unos segundos, me pareció ver un ligero sonrojo en sus mejillas. Pero seguramente fue mi imaginación.

—No te preocupes, Luka. Si no hubiera querido hablar de eso, simplemente no lo habría hecho —dijo, encogiéndose de hombros y restando importancia al tema—. ¿Y si me cuentas un poco de ti? ¿Tienes hermanos? ¿Qué me dices de tus padres?

—Bueno, soy hijo único, y mis padres no me prestan atención. Creen que con el dinero se resuelve todo. —Fue mi turno de encogerme de hombros. A esas alturas, me daba igual el cariño que nunca me dieron. Aún dolía, pero era lo suficientemente maduro como para comprender que si no me amaron antes, a esta edad tampoco lo harían.

—Lo siento. Supongo que realmente tenemos problemas familiares. Te entiendo en parte. Mis padres se separaron después de la muerte de mi hermano.

Entiendo que es egoísta pensar de este modo, pero me alegraba un poco hablar de esto. Bueno, no me alegraba por nuestras desgracias, sino por la confianza. Me alegraba que pudiéramos ir construyéndola poco a poco.

Recuerdos del pasado Donde viven las historias. Descúbrelo ahora