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—Jorge, nunca lograré entenderte.

—¡Yo no lograré entenderte a ti, Claudio! ¡Eri malo, weón!

—¡A ver, tú eres el verdadero weón aquí! Me tení chato, ándate a la chucha.

Los ojos de Jorge González se llenaron de lágrimas. Narea se retiró del lugar, no sin antes darle una mirada indignada al contrario.

Pero Jorge no iba a permitir que un tipo como Claudio Narea lo hiciera sentir hecho trizas.

En su rabia, tomó un vaso de vidrio que estaba en la mesa de su casa y lo arrojó al piso. Sin importarle que quedaran vidrios por todos lados, ya que a esas alturas del partido le daba exactamente lo mismo lastimarse, más lo lastimaba su amor imposible.

No iba a negarlo, Claudio lo había destruido y le había dolido hasta lo más profundo.

Sin él, ¿cómo iba a vivir ahora?

Es demasiado triste, es demasiado.

Para profundizarnos en esta historia, necesitamos conocerla. Y también saber los dos lados. Por ende, nos vamos al inicio.

Jorge González siempre fue llevado a sus ideas, no aguantaba los retos de los demás y odiaba a todo aquel que actuara desafiante, pues el dominante de algo tenía que ser él o habrían problemas. Conoció a sus dos mejores amigos en el liceo y no se separaron más. Los sueños de Jorge con la música fueron haciéndose realidad, ellos eran conocidos y sonaban por todos lados Los Prisioneros. Su éxito los llevó a las cosas que normalmente suceden, como el consumo de drogas y alcohol excesivo. Ellos lo rechazaron, incluso hicieron charlas sobre las consecuencias, incitando a sus fanáticos a protegerse siempre.

Los conflictos consigo mismo hicieron que Jorge rompiera esa promesa de mantenerse siempre sobrio. La gente al enterarse de esto, no evitó sobresaltarse. Ahora tachaban a Jorge de chanta, de falso, de doble cara. Sus dos queridos amigos intentaban calmar a su público, sin embargo, el actuar de Jorge arruinaba los planes.

Ante tanto problema, González se refugió en casa un tiempo, esperando que se calmaran las cosas y pudiese vivir tranquilo. Claro, era difícil si no ponía mucho de su parte y esperaba que la vida resolviera su problema.

Una tarde vacía y aburrida en su casa, tuvo la visita de su gran amigo Claudio Narea, un joven que se le hacía atractivo y estaba bastante presente para él, siempre y cuando Jorge le permitía ayudarlo y estar a su lado.

Ellos ya no estaban tan unidos desde que Claudio encontró una pareja. A Jorge le costaba decifrar lo que sentía respecto a eso sin ocupar la palabra celos, pues se exaltaba.

Ambos amigos se sentaron en los sillones de la casa de Jorge y éste le ofreció a su compañero una cerveza que aceptó con gusto. Jorge había amanecido muy mal, estaba de pésimo humor, pero estar con Claudio lo hizo sentir mejor, ahora estaba feliz.

—¿Cómo estay? —se animó a preguntar Narea.

—Mejor, un poco desanimado eso sí.

—Me imagino, pero ya va a pasar. Dejaron de hablar de ti por si acaso. —sonrió Claudio.

—Chuta, que bueno, pensé que no se iban a olvidar nunca.

—Sabí como son, y no te preocupí', total, dicen que somos pendejos y que todo el mundo toma.

Claudio le decía eso a su amigo porque era la verdad y para hacerlo sentir mejor. Sabía que él estaba muy bajoneado y había que levantarlo de algún modo.

—Igual me da vergüenza. —Jorge se encogió de hombros.

—Tranqui, no pasa nada —dijo el contrario, dándole un sorbo a la botella de vidrio con cerveza—. Oye.

Es demasiado triste. [Jorge x Claudio]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora