Un día de otoño el cielo despertó gris, y por eso Jorge creyó haber encontrado la razón de su desgano ese día. Simplemente despertó desanimado, sintiendo el cuerpo pesado y la falta de energía dejándolo en su cama. A veces se ponía así cuando el clima estaba bajo.
El reloj marcaba las ocho de la mañana cuando Jorge despertó, y las diez cuando por fin logró levantarse de la cama.
Su única razón para levantarse, arreglarse y tener energía era ver a Claudio ese día. Sabía que al tenerlo cerca ese pesar inexplicable se iría y esa seriedad en su cara se cambiaría por una sonrisa. Claudio revolucionaba todas sus emociones, y era capaz de ordenar el caos en su cabeza inconscientemente. Esa era otra razón por la cual a Jorge lo tenía tan enamorado; era el calmante al desastre.
Jorge no comió nada y se quedó sentado en el sillón de la sala pensando mientras el tiempo pasaba. La tarde anterior Claudio dijo que él iría a verlo, entonces Jorge no tenía contemplado moverse de su hogar en todo el día. Eran las cuatro de la tarde y Claudio no llegaba. Dieron las cinco y no se escuchó ningún golpe a la puerta. Jorge se preocupó al imaginar que a Claudio le pudo haber sucedido algo malo que le impidió llegar a la junta acordada, así que tomó su chaqueta y salió de su casa con destino a la casa de Claudio.
Fue hacia el paradero cercano a su casa y esperó veinte minutos la micro que lo dejaba cerca de Claudio. Habían algunas personas que lo reconocieron, pero ante su mal semblante comprendieron que lo mejor sería darle espacio y dejarlo tranquilo. Jorge se sentó al final, cerca de la ventana y de la puerta para salir. Para su suerte no habían más de doce personas en la micro y todos estaban ubicados más adelante, entonces la parte de atrás era suya.
Jorge se sumergió en sus pensamientos como acostumbraba a hacerlo, siendo consciente de que a ratos debía salir de este mar tempestuoso para observar la ubicación y saber en cuánto tiempo más tendría que bajarse.
Pronto Jorge llegó a la casa de su enamorado secreto. Al estar frente a la puerta de madera, resopló y tocó algunas veces. A Jorge le gustaba tocar fuerte para ser escuchado en cada rincón de la casa; no era de su agrado esperar tanto y volver a insistir.
Jorge se preparó para ver a Claudio e intentó cambiar su mala cara, pero no pudo hacerlo del todo cuando su esposa le abrió. Ella tenía un corto vestido negro con puntos blancos que resaltaba su buena figura. Jorge la miró de pies a cabeza sin sentir nada.
—Hola. —saludó ella con una enorme sonrisa.
—Hola, Claudia. —Jorge se acercó para besarle la mejilla como saludo.
—¿Cómo estay?
—Bien, ¿y tú?
—Bien. —asintió sin borrar su sonrisa.
—Que bueno —Jorge resopló—. Eh, oye, ¿el Claudio está?
—Fue a comprar unas cosas al negocio.
—Es que dijo que iba a ir a mi casa y no fue.
Claudia miró a Jorge de pies a cabeza, todavía con la sonrisa en su rostro, y se hizo a un lado para dejar pasar a Jorge.
—Ven, espéralo acá.
—Bueno.
Jorge entró a la casa, Claudia cerró la puerta y ambos fueron hacia la sala.
—Lo que pasa es que yo le dije al Claudio que no fuera y se quedara acá conmigo. —confesó ella.
—¿Por qué? —Jorge se extrañó.
—Porque está todos los días contigo, po. Yo igual extraño a mi marido.
Bueno, eso podía ser cierto y Jorge pudo comprenderla. Claudio ya ni siquiera estaba en casa con su mujer, estaba con él con la excusa de que Jorge necesitaba compañía en su momento difícil.
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Es demasiado triste. [Jorge x Claudio]
Fanfiction"Es demasiado triste, es que es demasiado..."