En una ciudad bastante grande como Buenos Aires, donde solo se veían enormes edificios; muchísima gente caminando con prisa por todos lados y el sol brillaba con fuerza, vivía un pequeño niño llamado Christian. Desde muy chico, Christian empezó a jugar League of legends por su hermano a quien admiraba mucho. Cuando apenas comenzó a jugar muchos de sus amigos le dejaban de lado porque no consideraban que el jugara bien, lo cual causaba que se sintiera solo y desanimado.
Con los años el se esforzaba cada vez más en mejorar, Christian pasaba horas frente a la computadora, practicando sus habilidades y aprendiendo estrategias de los mejores jugadores del mundo. Sus padres, no entendían su obsesión por aquel videojuego. A medida que Christian crecía, también lo hacían sus habilidades en League of Legends, demostraba un talento excepcional. Sin embargo, el camino hacia la profesionalidad no estaba exento de obstáculos.
En la escuela, en su casa o en la de algún familiar siempre intentaban desanimar a Christian, diciéndole que jugar videojuegos no era una carrera real. Pero a Christian esto no le afectaba en un principio. Él sabía que estaba persiguiendo su pasión y que cada hora frente a la pantalla era una lección valiosa (aunque muy en el fondo cada uno de esos comentarios abría heridas que luego serían sus mayores obstáculos) tenía un sueño que lo impulsaba cada día: convertirse en un jugador profesional de League of Legends.
A pesar de su talento y dedicación, el camino de Christian hacia la profesionalidad en League of Legends estuvo plagado de desafíos que lo hicieron cuestionar su sueño. En varias ocasiones, se encontró al borde de darse por vencido.
La primera gran prueba llegó cuando su equipo local perdió un torneo crucial. Christian se sintió abrumado por la derrota y las críticas de algunos jugadores de la comunidad. En ese momento, el desánimo se apoderó de él, haciendo que considerara abandonar su sueño. Pero en medio de la oscuridad, una pequeña luz apareció en forma de un mensaje alentador de un seguidor anónimo. "Tus habilidades son increíbles. No te rindas", decía el mensaje. Fue como un recordatorio de que su esfuerzo no había pasado desapercibido.
A medida que Christian avanzaba en su carrera, también enfrentó desafíos personales. Hubo momentos en los que la presión académica y las preocupaciones familiares lo llevaron al límite. En una de esas épocas difíciles, cuando la carga de responsabilidades amenazaba con ahogarlo, Christian consideró abandonar su sueño para concentrarse en otras áreas de su vida. Pero una vez más, una pequeña luz apareció en forma de apoyo inesperado quien le recordó cuánto creían en él y en su capacidad para superar cualquier obstáculo.
A medida que Christian progresaba en el mundo competitivo, también tuvo que enfrentarse a la dura realidad de la competencia profesional. Hubo momentos en los que se enfrentó a equipos superiores que parecían imbatibles. Las derrotas y la falta de reconocimiento amenazaron con apagar su llama interior. Sin embargo, en esos momentos oscuros, sus compañeros de equipo se convirtieron en esa luz reconfortante, recordándole que estaban en esto juntos y que el crecimiento venía de la adversidad.
Con el tiempo, su reputación creció, y Christian empezó a ser reconocido en la comunidad local de gamers. Un día, recibió una invitación para participar en un torneo regional. La emoción invadió su corazón, pero también sintió la presión de demostrar que podía competir a un nivel más alto.El torneo fue un desafío, pero Christian se esforzó al máximo. Cada derrota era una lección, y cada victoria, una confirmación de su dedicación. Al final del torneo, aunque no ganó, llamó la atención de algunos cazatalentos de equipos más grandes.Christian recibió una oferta para unirse a un equipo profesional de esports. La noticia emocionó a sus padres y amigos, y Christian se preparó para enfrentar nuevos retos en el mundo competitivo.Mientras ascendía en las clasificaciones, Christian no podía dejar de soñar con el día en que tendría la oportunidad de enfrentarse a su ídolo, Faker. El jugador coreano era una leyenda en League of Legends y una inspiración para Christian desde el principio.El día finalmente llegó. El equipo de Christian se clasificó para un torneo internacional donde se enfrentarían a algunos de los mejores equipos del mundo, incluido el equipo de Faker. Christian no podía creer que su sueño estaba a punto de hacerse realidad.El enfrentamiento fue épico. Christian y su equipo se enfrentaron a desafíos increíbles, pero su determinación y habilidades brillaron. Llegaron a la gran final, donde se encontrarían con el equipo de Faker.La emoción y la tensión en el estadio eran palpables. Christian se sentía nervioso, pero recordó todas las horas de práctica, los desafíos superados y la gente que lo apoyaba. La partida comenzó, y fue una batalla intensa.A medida que avanzaba el juego, Christian se encontraba cara a cara con Faker en cada gank a la línea central. El mundo parecía detenerse por un momento. Ambos jugadores se miraron a través de la pantalla, y Christian recordó el niño que alguna vez soñaba con llegar a este momento al fin lo había conseguido.Aunque el resultado de la partida fue incierto hasta el final, Christian estaba satisfecho. Había jugado contra su ídolo, había demostrado su valía en el escenario internacional y había cumplido su sueño de llegar a la cima del mundo de los esports.
La historia de Christian no solo es un testimonio de perseverancia, sino también un recordatorio de que, incluso en los momentos más oscuros, siempre puede haber una luz que nos impulse a seguir adelante.
Solo tu puedes decidir que tan lejos tus sueños pasan a convertirse en realidad, en tu realidad.