El bosque de la bruja.

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¡Oh, cuánto tiempo he perdido! - exclamó la niña- Debo encontrar a Kay .. ¿Sabéis
donde está?- preguntó a las rosas - ¿Creéis que ha muerto?
- No, no ha muerto - respondieron las rosas- Nosotras hemos estado bajo tierra, donde están todos los muertos, y Kay no estaba allí.

El sol le acarició la cara, despertandolo de ese sueño profundo en el que había caído. A su alrededor todo era muy distinto a como lo recordaba, no había bosque nevado y, sin embargo, los árboles, el pasto verde, el aroma de las manzanas frescas...

Todo era terriblemente familiar.

Se levantó, sacudiendo la tierra de sus pantalones oscuros por inercia, Beelzebub no notó que el traje de clérigo había desaparecido, en su lugar, portaba una camisa blanca de volantes en las mangas y en el cuello. Caminó por algunos metros intentando ubicarse, no podía confiar en lo que veía o escuchaba. Athenea estaba jugando con sus mejores cartas y él, no podía perder contra una diosa caprichosa. Una niña mimada.

Tras una larga caminata fue consciente de que, sin importar el sendero, todos los caminos lo regresaban al mismo punto, al borde de la ira escuchó una voz familiar seguida de risas juguetonas.

-Ya fue suficiente- comentó entre risas un hombre alto y sonriente al que Beelzebub conocía bastante bien.

Su cuerpo entero se paralizó, pero sus manos temblaban por causa de la conmoción. Ahí estaban sus amigos, aquellos que Satanás le arrebató, tan tranquilos como siempre y sonriendo como si nada malo hubiera pasado.

-No voy a caer en este juego absurdo- habló a la nada, provocando una mirada consternada en sus acompañantes - Ustedes no son reales, ustedes están muertos. Satanás los asesinó.

Dio media vuelta, enfadado con esa ilusión que Athenea creó para detenerlo. Le dolía por supuesto, tuvo que usar toda su fuerza de voluntad para no flaquear y abrazarlos. Aunque fuese una ilusión, verlos de nuevo le traía alegría, que fuese en esas circunstancias, le parecía indignante. Athenea, como tantos otros dioses, seguramente no conocía el dolor de la perdida.

Esa era una gran diferencia con los humanos, recordaba que Nikola pudo empatizar con ese dolor en su corazón. Él también enfrentó el vacío que queda después de la muerte.

Con el recuerdo de esa conversación en mente, se sintió listo para seguir adelante, buscando a quien había perdido. De repente y sin previo aviso, recibió una fuerte bofetada en la mejilla. El ardor en su piel era real, un dolor punzante que recorrió su pómulo hasta llegar a la base de la oreja.

-¡Cómo te atreves a tratarlos así! ¡Discúlpate!- los ojos de Beelzebub se abrieron grandes y llorosos, esa voz, su tono demandante... era ella.

Y entre la consternación por tenerla enfrente, sumada a la mano de Lucifer sobre su hombro, todas las emociones reprimidas se desbordaron. Se disculpó por el daño causado, por herirlos sin desearlo, por no ser capaz de protegerlos de él mismo. Recibió comprensión y la constante reiteración de que sólo fue una pesadilla, nada de eso había sucedido.

Una pesadilla...

Beelzebub negaba cada que se lo repetían pero poco a poco fue cayendo en el hechizo.

«Te quedaste dormido mientras pasábamos el día juntos, decidimos jugarte una broma y nos ocultamos de ti. Nos buscabas a nosotros.»

-No, yo buscaba a alguien más...- repetía constantemente, pero cuando le preguntaron cómo era, no pudo describirlo y cuando quiso gritarle, descubrió que había olvidado el nombre de esa persona.

-Solo fue una pesadilla. A algunos les pasa que sueñan algo tan real que se confunden- habló Azazel mientras devoraba una manzana.

Todos rieron porque, al parecer, el pobre Beelzebub era víctima de un mal sueño, todos menos el demonio , que seguía consternado por el inusual suceso. No pudo alejarse de ellos, lo intentó, pero siempre era retenido por un abrazo afectuoso o una sonrisa sincera. Sin darse cuenta, los siguió cuando recogieron los cestos de las manzanas, se unió a sus conversaciones animadas, aunque no pudo reír con ellos como solía hacerlo.

Theoû nóēsisDonde viven las historias. Descúbrelo ahora