El microcentro de Buenos Aires, inmerso en la oscuridad de la tarde, se convertía en un paisaje de luces parpadeantes y sombras danzantes. La arquitectura imponente de edificios altos y estrechas calles empedradas daba testimonio de la vida frenética que fluía por sus venas. Felix, con sus zapatos resonando en el suelo, se abría paso entre la multitud en esa tarde de viernes donde la energía eléctrica flotaba en el aire como una promesa de aventura.
Trabajaba en una pequeña librería al final de la Avenida Corrientes, su refugio diario donde las palabras impresas llenaban su mundo. Aunque sus días estaban dedicados a vender las creaciones de otros, su verdadera pasión residía en tejer sus propias historias. Después de cerrar la tienda, la curiosidad lo llevó a explorar las calles iluminadas, ansioso por descubrir lo que la ciudad tenía reservado para él.
Fue en la encrucijada de la calle Suipacha donde el curso de la tarde tomó un giro inesperado. Un hombre alto y enigmático, Changbin, emergió de la penumbra con una petición sencilla.
—¿Tienes fuego? —preguntó, su acento revelando un origen que iba más allá de las fronteras porteñas.
Intrigado por la misteriosa solicitud, sacó un encendedor de su bolso. La llama danzó, iluminando el rostro de Changbin, cuyos ojos azules parecían contener un universo propio. Lo que comenzó como un gesto casual se transformó en una conversación que los sumergió en la vibrante y misteriosa esencia de la ciudad.
Felix, sintiéndose más relajado en la atmósfera amigable de la tarde, decidió aprovechar el momento y encendió un cigarrillo. Mientras exhalaba una bocanada de humo, sus miradas se encontraron, creando un puente silencioso entre ellos. Changbin, notando la serenidad que el gesto le confería a Felix, sonrió y se unió a él en el ritual.
—¿Te gusta perder el tiempo así de vez en cuando? —preguntó Felix, con una risa ligera.
Changbin asintió, exhalando el humo con tranquilidad.
—A veces, los pequeños placeres de la vida son los que más nos conectan con el presente. Además, siempre hay algo especial en compartir un cigarro y una buena charla.
La conversación fluyó de manera natural, como si fueran viejos amigos que se reencontraban después de mucho tiempo. Hablaron de sus pasiones, de los lugares que habían visitado y de las experiencias que habían moldeado sus vidas. Fue en medio de anécdotas y risas que Changbin decidió compartir un secreto.
—Sabes, no soy originario de esta ciudad. Nací en la Patagonia, como te conté antes. Vine aquí en busca de nuevas oportunidades, de un cambio en mi vida. La Patagonia, la tierra que se extiende como un océano interminable. Kilómetros y kilómetros de inmensidad que te hacen sentir pequeño ante la grandeza de la naturaleza —explicó Changbin, sus ojos azules centelleando con la emoción de los recuerdos—. Crecí entre bosques frondosos y lagos cristalinos, lugares donde el silencio tiene un significado profundo.
Felix, fascinado por las imágenes que evocaba su relato, le preguntó con un brillo de curiosidad en los ojos:
—¿Cómo llegaste desde ese rincón remoto hasta la bulliciosa Buenos Aires?
Changbin sonrió con melancolía antes de responder:
—La vida me llevó por caminos inesperados. Después de años, sentí la necesidad de explorar el mundo más allá de esos paisajes familiares. Así que decidí viajar hacia el norte, hacia la ciudad, en busca de nuevas experiencias y oportunidades.
Sintiendo una conexión con la búsqueda de Changbin, compartió sus propios anhelos.
—Yo también anhelo explorar, pero en el mundo de las palabras. Si bien veo historias en mi librería, mi verdadero sueño es crear las mías, novelas que resuenen en el corazón de los lectores.
Changbin asintió, comprendiendo la pasión que impulsaba los sueños de Felix.
—Las historias son el alma de la vida. Siempre hay algo mágico en perderse entre las páginas de un buen libro o en las vastas llanuras de la Patagonia. ¿Te gustaría escapar un poco de esta realidad y explorar juntos esta tarde?
Intrigado por la sugerencia de Changbin, aceptó con una sonrisa:
—¿Por qué no? A veces, las mejores historias se escriben cuando nos aventuramos fuera de nuestra zona de confort.
Así, se sumergieron en las calles empedradas, explorando rincones escondidos de la ciudad. La conversación fluyó como un río constante, lleno de risas y confidencias. Descubrieron murales artísticos que contaban historias silenciosas y tiendas con encanto que revelaban tesoros ocultos.
La tarde avanzaba, pero en cada esquina, la ciudad revela nuevos matices.
Una cafetería escondida en una calle lateral se convirtió en su refugio. Allí, la música de jazz envolvía el ambiente mientras compartían risas y confidencias. Descubrieron el placer de perderse para encontrarse mutuamente, y la ciudad se convirtió en cómplice de su complicidad. La noche avanzó, pero la magia de Buenos Aires les otorgó la sensación de que el tiempo se había detenido exclusivamente para ellos.
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Relatos del microcentro: CHANGLIX - En las Alas del Destino
FanfictionRelatos del Microcentro: Libro Uno "En las Alas del Destino" Antes de su esperado encuentro, Felix y Changbin se sumergen en las últimas horas mágicas que anteceden a su conexión. Felix, en su pequeña librería, acaricia las palabras impresas con la...