Jake es un omega divertido pero demasiado caprichoso que obtiene todo lo que quiere gracias a sus adinerados padres.
Por ello, cansado de portarse bien y seguir las reglas impuestas en casa, decide armar una fiesta. Esa noche llegan amigos y descon...
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Un podcast de misterio resonaba en el pequeño departamento de Sunoo mientras él se apresuraba a ponerse su mejor atuendo.
La noche prometía ser divertida, y Sunoo no podía esperar para unirse a la fiesta que estaba a punto de comenzar. Su corazón latía con anticipación, pero un dejo de inquietud se colaba entre sus pensamientos.
Habían pasado ya unos veinte minutos desde que Heeseung debía pasar por él, pero no había ni rastro de su novio.
Sunoo se miró en el espejo, ajustando los detalles finales de su ropa, intentando ignorar la creciente ansiedad que comenzaba a apoderarse de él. Tomó su teléfono y marcó el número de Heeseung, preguntándose qué podría haber retrasado su llegada.
La voz de Heeseung sonó al otro lado de la línea, pero no era la respuesta tranquilizadora que Sunoo esperaba. —¿Dónde estás? ¿Por qué no has venido a recogerme? — preguntó Sunoo, tratando de mantener la calma.
Heeseung respondió con una frialdad que heló el corazón de Sunoo. —Estoy en la casa de Jaeyun desde hace horas. Pensé que podrías llegar por tu cuenta.
El estómago de Sunoo se retorció ante la noticia. Había estado esperando pacientemente, ilusionado con la idea de compartir la noche con su novio. La traición y el abandono se mezclaron en sus emociones mientras procesaba la noticia. —¿En la fiesta? ¿Y no pensaste en decírmelo? ¿No piensas en mí? — reclamó Sunoo, la decepción y la molestia en sus palabras.
Heeseung, indiferente, sugirió que Sunoo debería ir solo a la fiesta. La furia se apoderó de Sunoo, y la llamada terminó abruptamente cuando él colgó el teléfono. Se quedó de pie, mirando su reflejo en el espejo, sintiendo cómo la realidad de la situación se hundía en su pecho.
Los meses previos habían sido un torbellino emocional para Sunoo y Heeseung. Lo que alguna vez fue una relación llena de risas y complicidad se había convertido en un campo de batalla constante. Las discusiones se volvieron moneda corriente, y la armonía que compartían se desvaneció lentamente, dejando tras de sí un rastro de malentendidos y resentimientos.
