CARTAS Y FLORES DE CEREZO | Heesun

CARTAS Y FLORES DE CEREZO

Había una vez en una cabaña perdida entre los árboles, lejos de toda gente, vivía un muchacho con pecas en sus mejillas. Aquel cual soñaba con lograr salir de ese bosque en algún momento.

En las mañanas salía en busca de alguna salida, pero parecía que aquel bosque era infinito. Volvía con la esperanza por los suelos y se echaba a llorar contra las almohadas de su cama blanda y húmeda, todo por la tristeza inmensa que le había causado su propia esperanza, pero al amanecer despertaba con ella nuevamente.

Antes de dormir, cuando las lágrimas habían cesado, escribía cartas para alguien inexistente. Solo en mente alguien que lo ayudara. Nunca había visto otro ser humano aparte de él, nunca había escuchado otra voz que no sea la de él; jamás había sentido las manos de alguien más sobre él.

Cuando acababa las cartas las guardaba en la mochila vieja que usaba para explorar, luego al salir al bosque, las tiraba en cualquier parte, por si alguien las llegara a encontrar.

Sin embargo, en una de sus salidas, encontró un árbol especial. Era gigante y crecían flores rosas de él, algunas de aquellas estaban regadas por el suelo, era hermoso porque de alguna manera el color le dio un ambiente alegre a la tristeza de el bosque. Miró con total fascinación, algo recorría dentro de él que le causaba una euforia abundante.

Después de esa vez, aquel chico ya no salía con la esperanza de encontrar salida de aquel bosque; salía con la esperanza de encontrarse de nuevo con el arbol y sentarse a cantarle baladas que había hecho cada noche en todos los años perdidos ahí.

Después de ver tantas veces el árbol y dejar todo atrás, se había dado cuenta que él era todo lo que tenía. Caminaba todos los días para verlo, era la única razón por la que acepta seguir ahí, por la que ya no lloraba todas las tardes por la monotonía de su vida.

Pero un día todo acabó. El árbol había desaparecido, y él, había dejado de cantarle.