Amor

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Él aguarda bajo la luna
por la hija de algún padre,
tan ansioso cuan desesperanzado,
para que lo rescate.
Cual sus ojos brillan ardientes,
tal lo hacen los deseos
que su corazón resguarda.

Contempla al lago frente a él,
su mirada danza con las ondas
que se dibujan en las aguas
tras lanzar una piedra.
Su corazón está tan vacío
que cualquier magnitud
lo induce a contremecer.
Sus manos, tan heridas
que cualquier rose
las obligan a resentirse.

En la otra punta,
son piedras a él
lo que lágrimas a mí,
lágrimas que se unifican
con la tibia agua
de este afable lago,
lágrimas que se ahogan
con mil tristes historias
en las gargantas de sus ánimas.

Y cuando su mirada
sale al encuentro de la mía,
puedo escuchar
sus latidos tan sonoros
cuan tambores de guerra;
por cuanto,
en lugar de la hija de algún padre,
él me conoce a mí;
por cuanto,
en lugar de la hija de algún padre,
él me encuentra a mí.

Y solo Dios sabe
cuán asombroso es sentir,
sentir con sumo frenesí
el ingente golpe del amor
entre dos chicos a los que no los atrae
ningún porqué evolutivo;
mas solo la pureza de un amor límpido.

Entonces, susurro,
mientras la luna
nos cubre con una frazada diáfana:
«No te preocupes, cariño,
si tus labios claman por los míos.
No te preocupes, cariño,
si me amas tanto como a la hija del padre
por la que habías pedido;
mis manos pueden ser tan suaves,
mis labios pueden ser tan cálidos
y, amor, el amor puede ser aún hermoso
incluso para quienes no encajamos

»Déjame amarte
como la hija de alguna madre.
Déjame enseñarte
que el amor aún es hermoso;
aunque este amor
se vea coercido para no atreverse
a pronunciar su nombre,
excepto en lunas como la que nos invitó
a desechar viejos acordes».

Amo, Luego Existo (Versión Poemas-Satélite) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora