Prólogo

12 0 0
                                    


   Bajó corriendo rápidamente por las escaleras de piedra mientras escuchaba el gran alboroto y veía el tremendo ajetreo que había entre la multitud.

   Al llegar al último escalón, giró hacia la izquierda por un pasillo lo suficientemente ancho como para que cogiese un carro. En el fondo se escuchaban gritos y ruidos bruscos entremezclados con las voces de toda la muchedumbre que estaba junto a la entrada. Se hizo paso entre la gente con rapidez para poder llegar al corredor principal y presenciar lo que estaba ocurriendo.

   —¡Soltadme desgraciados! ¡No he hecho nada malo!

   Larya contempló como el joven chico de cabello negro se retorcía y gritaba mientras era sujetado por varios integrantes de la Orden. Llevaba las manos esposadas con unos grilletes y sus brazos estaban enrollados en una gran cadena de hierro vilshyano.

   —¡Cierra la boca asesino! —le gritó uno de los miembros mientras le golpeaba con fuerza con el pomo de la espada.

   Syl escupió sangre y lo miró fijamente. Sus ojos desprendían cólera.

   —Hijo de puta... —exclamó furioso.

   Se movió con fuerza hacia el hombre y arremetió con sus brazos encadenados contra su cabeza, estampándolo contra la pared.

   —¡Agh! maldito psicópata —bramó mientras un chorro de sangre le caía por toda la cara.

   Cada uno de los miembros que escoltaban a Syl sacaron sus espadas y apuntaron con ellas al muchacho a la altura del cuello.

   —¡Venga, tira para adelante, sigue caminando! —le dijeron mientras lo agarraban y empujaban con vigor.

   Los observó con odio.

   —Os arrepentiréis de esto, estáis cogiendo a la persona equivocada —les amenazó a la vez que se giraba y reanudaba su paso.

   —Ya hemos oído suficiente —uno de los integrantes, una mujer de pelo castaño y corto, alzó la mano—. Shur'tum.

   La boca del joven chico se cerró abruptamente de inmediato, impidiéndole pronunciar ni el más leve sonido. Intentó separar sus labios para hablar, pero el hechizo era muy eficaz, y él apenas tenía fuerzas ya para resistirse.

   Larya estaba totalmente atónita con lo que acababa de presenciar. Observaba con intriga al chico mientras escrutaba con precisión toda la escena. En su mente solo surgían preguntas sin respuesta, algo a lo que ya estaba muy habituada últimamente: ¿Quién era ese chico? ¿Qué hacía ahí? ¿Qué estaba pasando? ¿Qué es lo que supuestamente había hecho?. Todas esas dudas invadieron los pensamientos de la joven chica de pelo negro, hasta que, en un leve instante, todo su razonamiento dejó de funcionar por unos segundos. Syl giró su cabeza mientras caminaba hacia delante, y sus miradas, penetrantes, se cruzaron en el aire. Sus ojos de color púrpura chocaron con fuerza en una conexión psíquica y de complicidad con los ojos azul celeste de la muchacha, dejando en ella desconcierto, pero a la vez una especie de atracción peculiar.

Sombras de Eyris: Entre tinieblasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora