¿Qué es el paraíso?
¿Una playa en el caribe?, ¿Las olas suavemente oscilando contra la arena, la brisa marina contra su rostro, el sonido del océano calmando su alma?
No.
Si alguien le preguntara a Min-hyeong qué es el paraíso, respondería que es justamente donde está ahora mismo. Su cabeza en una prisión de muslos suaves y delgados. Una mano contra su cabellera que lo mantienen en su lugar, como si quisiera alejarse, ¡ja!, y suaves gemidos esporádicos. Su boca y su lengua rindiendo culto a un santuario íntimo.
Ya no sabe cuánto lleva aquí, el tiempo pasa desapercibido. Min-seok está jugando desinteresado en su celular, su espalda apoyada contra el respaldo de la cama, indiferente al alfa que lo está devorando. Si no fuera por sus mejillas rosadas y los jadeos que logra sacar de vez en cuando, Min-hyeong no estaría seguro que si quiera se encuentran en el mismo plano existencial, compartiendo el mismo momento.
Pero con él es así. Lo tiene de rodillas pidiendo un segundo de su tiempo, implorando atención, lo ignora mientras que el alfa le reza evangelios entre sus piernas. Sabe que éste besa el suelo que camina, que lo tiene exactamente dónde lo quiere. En la palma de sus manos.
— Yusi~ — levanta su mirada por primera vez desde que comenzó, pero el omega sigue en su teléfono, tap, tap, tap. El alfa no se detiene, continúa jugando con su boca buscando alguna reacción. — Levántate y quítate la ropa.
No tiene que decirlo dos veces, y éste ya se encuentra cumpliendo las órdenes. Cree saber lo que se avecina, espera estar equivocado.
— Manos atrás, y no quiero que siquiera intentes meterla — Ah, era uno de esos días, de esos donde Min-seok no lo deja ni pensar sobre terminar en su interior.
Hoy es castigo, una mala partida, una jugada que el omega consideraba un error táctico, un click desacertado o un súbdito fallido, y terminaba aquí. Montando las piernas del omega como un perro en celo. Su miembro intentando llegar al éxtasis, buscando fricción, roce, contacto, ¡algo!, contra el regazo de Min-seok.
Era desesperante, pero era lo que el omega buscaba. Lo necesitaba así, abatido, buscando perdón, una oportunidad de redimirse. Pero él ya sabía como era, no importaba cuanto rogara, Min-seok no dejaba de mirar la pantalla de su celular, haciendo caso omiso a las plegarias.
Terminó embistiendo el espacio entre la cama y las piernas del soporte. Su respiración agitada, los latidos de su corazón a mil por hora, su rostro contra el cuello del menor, su aroma envolviendolo.
— Buen chico — una mano acaricia su cabeza suavemente, apenas con algo de presión. No es suficiente, pero tomará todo lo que le ofrezca. — Entonces, ¿Qué aprendimos?
— ah, a no, no avanzar sin visión — Un error, su ego y confianza le costaron la partida. Su respiración aun entrecortada. Siente la mano aplicar más presión, su cabello entre los dedos delgados del omega.
— Si, eso, muy bien, muy bien — Min-seok lo mira por primera vez, elogios con el mismo tono que a un cachorro que acaba de aprender un nuevo truco. Quizá le gusta más de lo que debería. Tal vez comete errores esperando este resultado. Pero eso es algo que jamás admitiría. Su alfa complacido, en silencio en lo profundo de su mente.
— Buen chico, ahora ladra.
ESTÁS LEYENDO
En su mente (Secuela de En su ADN) (R18+)
RomanceDe alguna manera, Min-seok siempre ha sabido que es omega. No por su apariencia, ni por su personalidad, ni mucho menos porque basado en genética tenía 50% de probabilidad de serlo. No. Keria siempre supo que era omega por cómo la gente respondía a...