No era solo un cuento para dormir

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¿En alguna ocasión les conté la vez que me enteré que detrás de una leyenda se esconden secretos y realidades oscuras?

Un día pude darme cuenta que aquella historia que me contaban de niña no era solo un cuento para dormir.

Y claro, ¿cómo no pude imaginarlo? Si en la tierra habitaban criaturas como yo, era de sospechar que también existían criaturas como ellos.

Era finales de octubre cuando la carta llegó.

Santa Claus estaba reclutando Druidas, Hadas y Elfos. Sí, Elfos. Pero no como los de los cuentos de Navidad. Ellos eran Elfos de luz que sabían cómo manejar la magia.

Al principio me pareció una mala broma. Porque, ¿para qué Santa Claus nos ocuparía? Es más, ¿él existía realmente? Yo apenas tenía dieciocho años pero era lo suficientemente soberbia para creer que aquello era sólo cuentos, que mi especie era lo único fantástico que pizaba la tierra. Jamás creería en todo eso.

Arrojé la carta al basurero justo cuando mi abuelo entró a mi habitación.

—¿De verdad no piensas ir? —preguntó. Observé su largo cabello blanco. Sus ojos azules era lo que más me fascinaba de él. Gracias a los dioses yo heredé casi todos sus rasgos. Menos su sabiduría, claro. Él ya rondaba casi los ciento cincuenta años. Había mucha experiencia en él.

—Aja —zanjé, tomando asiento en la cama mientras me cruzaba de piernas. Mi habitación estaba ya decorada con luces, guirnaldas, esferas, renos y muchos muñecos de nieve en las paredes. Yo no los había puesto. Las responsables de eso fueron mi madre y mi abuela. Dos amantes de la Navidad. Siquiera era noviembre y ya sonaba la música navideña por toda la aldea—. ¿Santa Claus enviando una carta? ¿No te parece chistoso? —esperé una respuesta, pero su rostro sólo quedó sumido en una severa seriedad y molestia—. Bueno, a mí sí. Mayormente que es a él a quien se las mandan —hice comillas con mis dedos.

Mi abuelo no chistó.

Ni siquiera parpadeó.

Él respiró hondo.

—Me decepciona mucho tu altivez, Cat —murmuró, mientras negaba con la cabeza—. Desde que tu padre murió yo he intentado darte los modales necesarios para agradarle a los dioses, para que ellos siempre te beneficien y no te den la espalda. Pero en cambio tú, lo que haces es seguirte burlando de temas delicados. ¿Acaso no crees en los demonios? Ellos siempre buscan a personas incrédulas como tú.

Volteé mis ojos.

—Ahí vas tú otra vez con las amenazas.

—Puede que la Navidad esté en riesgo. Quizás sean los humanos...

—¿Y yo por qué querría defenderlos?

El viejo palideció.

—Cat, fuimos hechos para velar por ellos —dijo. Yo bostecé—. Debemos cuidar a los más vulnerables.

—Los humanos son seres egoístas —alegué—. Jamás protegería a criaturas como esas.

Mi abuelo respiró hondo y acarició su larga barba blanca. Estaba pensativo. Pero podía percibir la desesperanza en él. Sabía que yo era un caso perdido.

—Está bien. Si no quieres ir, perfecto. Avisaré que solo irá Brahis y los otros chicos.

Aquel nombre sí que llamó mi atención.

—¿Brahis irá?

—Por supuesto. Están reclutando solo a los mejores.

Y yo estaba incluida.

Detrás de una leyenda ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora