Pensamientos confusos

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Estamos en el centro de la ciudad, podemos observar a nuestra chica de cabello color pastel, evidentemente esta era Nakano Mutsumi, se encontraba sentada en una pileta, como si estuviera esperando a alguien, estaba demasiado ansiosa, volteando su cabeza de un lado a otro, tal como un búho que se sentía limitada por su visión, pensando que así podría abarcar una mayor distancia para ver de donde se aproximaba la persona que tan ansiosamente deseaba ver.

Aún así, ella no es capaz de abarcar una visión de 360°, siendo por esta misma razón que fue sorprendida por unas misteriosas manos que le nublaron la vista, esto en vez de asustarla la hizo sonreír y soltar una pequeña carcajada risueña.

-Si quieres hacer el típico juego de “¿quién soy?” siento que es bastante obvio predecir quien eres-le dijo a la persona misteriosa, con un tono dulce-.

-El hecho que sepas quien es el sujeto que te tapa la vista lo hace más conmovedor- se acerca a su oreja-porque ya sabes diferenciarme de los demás-comentó con un tono alegre-.

-o ¿también será porque te estaba esperando específicamente a ti? -le contestó de manera atrevida, como si quisiera desafiarlo, pero a la vez no perder la dulzura que emana-¿empezamos nuestra cita?.

Así esta persona quita sus manos, acto que le puso un poco triste a nuestra chica, porque le gustaba sentir el tacto de la persona que se encontraba a su lado. El cual era el mismísimo Uesugi Fuutaro, que sorprendentemente se encontraba igual de feliz que la chica.

Este sin rechistar ante la propuesta decidió de dar por comenzada su cita, la cual este mismo decidió organizar, tomó su mano con delicadeza, haciendo que ella suelte una sonrisa risueña y sus mejillas se empiecen a ruborizar con un hermoso tono rojizo.

Era la primera cita a la cual Mutsumi iba, tuvo propuestas de varios chicos de su anterior instituto, pero ninguno le interesaba realmente, todos solo se fijaban en ella por su belleza o por su personalidad bondadosa, esto sin dar algo a cambio, solo querían amor, más no darlo. Se daba cuenta que aquellos chicos, llegando a considerarlos insectos, solamente querían algo carnal y/o atención emocional, mas no les importaba en lo más mínimo su bienestar de esta.

Sin embargo, ella jamás dejó de ser quien es, porque sabía que por acciones como estas no debía de apagar quien era, los demás se hacían ilusiones por sí mismos, pero entonces llegó aquel chico.

El único entre todos esos simios que de verdad demostró ser distinto al resto, con intenciones puras, se le notaba en sus acciones y en su mirada, misma la cual le encantaba ver, esos ojos color ámbar, que para ella era como un tono más dorado, porque para ella eso valía él, quizás hasta más.

No creía en esos clichés de películas y series, que decían “todos tienen su media naranja”, esas son tonterías, porque sino ¿por qué habría tantos divorcios? ¿por qué tantos conflictos matrimoniales o hasta de relaciones? ¿infidelidades?

Ella solo veía este tipo de tramas porque le daba gracia el como en un hipotético caso todo podría salir bien en el amor, creyendo que algo así jamás le pasaría a ella, ni a sus hermanas, hasta que llegó este “simio” que, si bien aparentaba ser uno más del montón, demostró ser el siguiente paso en la cadena evolutiva o hasta una simple anomalía, algo que al inicio pasó inadvertido ante sus ojos, pero no para su corazón.

Quería pensar que ese hipotético caso le esté pasando, que es esa 1 entre 1 millón, y en caso no fuese así aprovecharlo lo máximo posible, que sea esa historia que no se canse de leer, ese recuerdo que no desee borrar ni, aunque le duela en el alma.

Volviendo a la realidad, estos estaban tomados de las manos, reflejando ser una hermosa pareja adolescente, ni uno soltaba una palabra, como si para ambos esto fuera algo nuevo que no sepan ni como expresar, sin embargo, Mutsumi decidió romper el silencio con sus típicos chistes.

Ocho HermanasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora