Prologo: La oscuridad acecha Hinterheim

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Bosque de Hinterheim
Alemania
11 de Diciembre del 2023

La nieve cubría cada rincón del bosque de Hinterheim; la nevada del día anterior había dejado el pequeño pueblo envuelto en un manto de hielo resplandeciente. Este paisaje invernal no solo embellecía el entorno, sino que también anunciaba la proximidad de la Navidad. A pesar del frío penetrante, los habitantes se dirigían a Gelbeplatz para contribuir en la preparación de la anual feria navideña que siempre tenía lugar en el centro del pueblo.

En Gelbeplatz; la plaza principal de la calle Gelbemitt y el corazón del pueblo de Hinterheim, destacaba un majestuoso árbol de pino, que se erigía como el epicentro de la festividad. Un olor dulce a chocolate era notorio en el aire debido a varios puestos destinados a la venta del mismo que ya se habían instalado hasta el momento, pero aún había trabajo que hacer, la navidad se acercaba.

Este año el pueblo experimentaba un cambio notable, con una mayor afluencia de personas y una nueva diversidad en sus calles; resulta que Alemania estaba experimentando un considerable aumento en la llegada de migrantes, y justo en ese período dos refugios se instalaron en Hinterheim.

Este cambio no pasaba desapercibido para la comunidad, generando opiniones divididas. Algunos habitantes mostraban cierta incomodidad ante la presencia de los recién llegados, mientras que otro grupo se esforzaba por facilitar la integración. Este contraste de actitudes y la mezcla de culturas añadían un elemento fascinante a la celebración navideña, creando una atmósfera única en la que las tradiciones locales se entrelazaban con nuevas influencias.

El bullicio y la alegría reinaban, ahogando los angustiosos gritos del bosque.

En medio de la festividad, una pequeña; apenas vestida con su pijama rosa, intentaba salir del bosque corriendo entre los árboles, escapando de algo desconocido. Sus lágrimas de desesperación revelaban el peso de una culpa que la atormentaba. Aferrada a un libro como si fuera la llave de su salvación, revisaba constantemente su entorno, temiendo que aquello que la perseguía estuviera al acecho.

¿Qué misterioso tormento la obligaba a huir?

Una sonrisa se dibujó en su rostro al percibir los débiles murmullos de la civilización en la distancia. Un sonido lejano que prometía liberarla de las sombras del bosque.

-¡Ayuda! -gritó, desesperada.

Justo en ese momento, cuando creía estar a punto de salir del bosque, se detuvo de golpe al encontrar frente a ella uno de los niños que la seguía. En ese preciso instante, cuando la esperanza parecía palpable, un silencio ominoso se apoderó del entorno.

-¡Por favor, no! -volvió a gritar- ¡No quiero morir!

Se arrodilló, sumida en la desesperación, y en un instante casi ritualístico, tres niños con trajes lúgubres emergieron sigilosamente desde la oscuridad. Dos de ellos aprisionaron sus brazos con una fuerza fría, mientras que el tercero tiró de su cabello con crueldad, obligándola a alzar la mirada hacia lo desconocido.

Aterrorizada, no pudo hacer más que llorar y contemplar la luna en el cielo, temiendo que fuera lo último que vería. La proximidad de la salvación se volvía ilusoria. Y el libro, ahora abandonado en el suelo, yacía como un presagio olvidado.

Los niños la soltaron, y ella se volvió hacia ellos con ojos suplicantes. Sus rostros desprovistos de expresión, eran enigmas oscuros con cavidades donde deberían haber habido ojos. Connfundida pero esperanzada, agradeció con una débil inclinación de cabeza, sin percibir la tragedia que se cernía sobre ella.

No obstante, la tragedia no tardó en manifestarse. Uno de los niños señaló a sus espaldas y la atmósfera se cargó de un suspenso palpable. Se giró lentamente, encontrándose con una presencia indescriptible.

Ya no había dolor ni miedo, pero tampoco felicidad ni calma; solo un horror que desafiaba la razón humana.

Sus ojos se encontraron con una presencia inasimilable para el ojo humano. Como globos; sus ojos estallaron, y su cuerpo cayó al suelo junto al libro del cual se había aferrado desde el principio.

Los niños, ahora ausentes, dejaron tras de sí un paisaje gélido donde la quietud de la muerte se fusionaba con la penumbra del bosque, dejando solo el cuerpo inerte de la pequeña, sepultado por la fría nieve.

Los niños, ahora ausentes, dejaron tras de sí un paisaje gélido donde la quietud de la muerte se fusionaba con la penumbra del bosque, dejando solo el cuerpo inerte de la pequeña, sepultado por la fría nieve

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