No puedes culparme por enamorarme de esos ojos azules

1.8K 169 25
                                    

Había momentos que ocurrían de manera inesperada, sin siquiera desearlos. Lo mismo sucedía con las personas, llegaban sin pensarlas pero cada vez que lo hacían era en el tiempo y lugar indicado, o así decían; y a veces podían dejarte un sabor dulce o amargo con su llegada.

Pero Louis, él no, él le había dejado un sabor agridulce.

Fue repentino, hacía mucho tiempo había perdido el interés por conocer a alguien nuevo, por intentarlo otra vez, o por si quiera tener algo pasajero y sin compromisos, se lo adjudicaba al hecho de que sus prioridades en la vida eran otras y ya no tenía las ganas de perder el tiempo en algo que pudiera salir mal. Tal vez esa era la principal razón; el miedo.

El miedo a volver a estar confundido, a volver a elegir a alguien para luego descubrir que esa persona no se asemejaba en nada a la que conoció o creyó conocer. Y el amor siempre fue complicado, para él, que siempre tuvo el afán de encontrar a aquella persona con la que pasaría el resto de su vida, incluso fantaseaba con hallar a su alma gemela o pareja destinada, o alguna cosa cursi de esas.

Pero de alguna manera se fue olvidando de ello con el tiempo, con los años, cuando el anhelo por encontrar a alguien se fue desvaneciendo hasta quedar en una mínima chispa almacenada en el fondo de su mente.

Así que cuando repentinamente chocó con un chico en medio del pasillo de su casa, y al mirarlo lo primero que se encontró fue con los ojos azules más hermosos que alguna vez había visto, no pudo evitar que el primer intercambio de palabras que tuvieron despertara la chispa a punto de apagarse dentro de su cabeza. Probablemente desde ese momento supo que sería complicado volver a verlo, pero de todas maneras deseaba intensamente hacerlo.

Y con el pasar de los meses, cada vez que volvía a verlo, capturaba un nuevo y pequeño detalle del chico, la forma de su pequeña y respingada nariz, sus pestañas que siempre le rozaban las mejillas cuando bajaba la mirada, su risa que era más bonita que cualquier otro canto, su habitual costumbre por morderse el labio, o los pequeños lunares en su rostro que, a su parecer, eran más bonitos que cualquier constelación de estrellas.

Su alfa había quedado atrapado completamente por él y todo lo que era, y aunque se obligó a no ir más allá de miradas o sonrisas, no pudo, no cuando el omega parecía rogarle con los ojos que se acercara, al menos un poco.

Hubo un sinfín de días en los que se había sentido una mierda por no comportarse de forma madura y no saber poner límites, se odiaba por sentirse atraído por la persona menos indicada, odiaba la situación, principalmente porque nada bueno podría salir de ella. Era el mejor amigo de su hijo, aún le faltaba mucho por vivir y conocer, y sabía perfectamente que lo que Louis sintiera sería pasajero porque no tardaría en encontrar verdaderamente al alfa de sus sueños.

Él era un simple capricho para el omega, alguien que simplemente quería probar al menos una vez, y realmente lo entendía, porque de alguna manera se encontraba en la misma situación, pero la diferencia entre ellos, era que Harry sabía de antemano que no le alcanzaría con solo una probada.

Quizá se dejó llevar demasiado, pero es que Louis entraba a una habitación y se llevaba toda su atención en solo un instante, no podía evitar desear ponerle las manos encima y demostrarle de alguna forma que él podría darle lo que cualquier otro no. Quizá fue muy egoísta y egocéntrico de su parte no pensar en lo que podría provocar con sus acciones, lo que podría provocar en su hijo, o si quiera en el mismo omega, pero por más que la culpa lo invadiera, no podía cambiar nada de lo que hizo, y si pudiera tampoco lo haría.

Veía en Louis la promesa de un cielo azul sin nubes y el sol por las mañanas, veía una luz que podría ser capaz de iluminar cualquier parte oscura dentro de él con algo de su brillo, veía una caricia al alma, a su corazón abandonado; pero también veía una bruma negra acompañándolo, manchando un poco cada cosa hermosa que traía consigo, recordándole constantemente el trasfondo desfavorable marcado por el destino.

No podía recordar ni pensar en nada más que no fuera Louis mientras estaba con él, y quería burlarse de sí mismo por haber caído nuevamente, quería burlarse por lo fácil que le fue al omega tenerlo en la palma de su mano.

Besarlo por primera vez fue simple y sencillamente perfecto, tomarlo por primera vez fue una explosión de lujuria y placer exacerbado que se guardaría por siempre como uno de sus mejores recuerdos.

Y después de aquella noche en el coche, ninguno de los dos pudo ponerle un fin a las cosas, volvieron a follar, una y otra vez cada vez que tenían oportunidad. El cuerpo de Louis estaba grabado en su memoria, su aroma, sus lunares, las pequeñas cicatrices que hacían de su piel la más hermosa; él era perfecto, perfectamente una perdición de la cual no podía resistirse.

Así que cuando Aiden eventualmente con el pasar de los meses comenzó a sospechar de que algo extraño entre ellos pasaba, tuvieron que verse obligados a detenerlo todo.

Y fue tan pero tan duro tener que dejarlo ir, porque aunque sabía que ese momento llegaría algún día, no esperaba que fuera tan pronto. Aún recordaba aquella tarde, estaban en el departamento de Louis, en su habitación, con las cortinas bajas y solo el murmullo del viento de fondo. Habían follado, y ambos sabían que era la despedida, podían sentirlo.

Louis estaba sobre su pecho y dibujaba patrones al azar en sus clavículas con sus dedos. Su garganta quemó al tragar saliva, y su voz titubeó por primera vez al hablar.

—Cariño, no podemos seguir con esto. —Louis se alejó abruptamente de él, y se sentó en la cama dándole la espalda.

—Sabía que dirías eso.

—Lo siento —susurró. Se acercó a él y lo abrazó por la espalda lentamente, pero incluso el calor de su cuerpo se sentía frío.

—¿Por qué?

—Por no poder darte lo que quieres.

—Podemos hacer que funcione —dijo Louis, volteandose para verlo con su mirada esperanzada. Él negó con la cabeza.

—Aún así...Louis eres demasiado joven solo...

—¡No me vengas con eso de nuevo, porque te importa una mierda que sea joven cada vez que vienes y me follas! —Su voz tembló al final, y desvió la mirada cuando el nudo en su garganta se hizo más grande.

—Escucha, yo tampoco quiero esto, pero si Aiden se entera no solo me perderás a mi, también a él, y no quiero ser el responsable de que eso pase.

—Me enamoré de ti, Harry.

Y su corazón se quebró al oírlo, porque sonaba tan pequeño y vulnerable que solo quería poder protegerlo eternamente. Iba a responderle, iba a decirle lo mucho que él también estaba enamorado pero Louis lo detuvo.

—No hagas que duela peor, por favor.

Fue más duro de lo que ambos hubieran pensado tener que tomar distancia, porque les había llevado tanto tiempo romperla que retroceder nuevamente se sintió como si les quitaran una parte de ellos mismos.

El último besó que Louis le dio fue tan dulce como el primero, y sus ojos brillaron al mirarlo de manera tan dolorosa que se odiaba a sí mismo por provocar que su preciosa mirada se ensuciara con aquel sentimiento. Odió haberle arrebatado tantas sonrisas y que ahora tuviera de él recuerdos que le dejaran un sabor amargo. Louis logró convertir lo agridulce en completamente dulce, y siempre sería lo más delicioso que tuvo el privilegio de probar.

Por más que todo se hubiera acabado, y ya no se vieran con la misma regularidad y tampoco pudieran tocarse o volver a besarse, los recuerdos siempre volvían a inundarlo al ver cada lugar en el que estuvieron juntos. Podía recordarlo al entrar a su habitación y ver las sábanas blancas en las que estuvo su pequeño y curvilíneo cuerpo tantas veces; podía recordarlo en cada rincón donde lo hizo suyo, en cada lugar donde lo tomaba del rostro y lo besaba cuando nadie miraba; incluso a veces podía sentir la sensación de sus uñas clavándose en su espalda y el rastro de su aroma en su propia piel, que por más que tallara con jabón por horas no se borraba.

Habían dejado una huella mutua marcada en el otro, una irremplazable e imborrable, pero las cosas pueden cambiar de la noche a la mañana, y lo bueno es igual de efímero que el amor... y el amor, el amor siempre duele y ambos fueron testigos de ello.

Tal vez el destino podría volver a unirlos en otras circunstancias, y cuando sucediera, él no podría ser culpado por volver a enamorarse de aquellos ojos azules.

Fin.

A Little JourneyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora