La pequeña luz que traspasaba la ventana ya no hacía que aquel torso descubierto brillara por las gotas de agua, si no que ahora adornaba con su reflejo un uniforme de color verde opaco.
Aun pues estaba con la misma pose que en todas las mañanas se colocaba, ambas manos apoyadas en cada lado del lavamanos. Puesto que ahora ya no tenía su cabeza gacha, si no andaba con frente en alto, pues con ojos sorprendidos se hallaba, era irreconocible para el estar con ese uniforme y no con su ropa común.
Se incorporó y con sus manos alisó el uniforme, se vio por última vez y decidió salir del baño.
Ahí en la pequeña mesa se encontraba su madre arreglándola y un poco más atrás estaba su amigo, Saúl, desaguando los platos. Ambos al escuchar el sonido de la puerta voltearon a verlo. Dylan dio un gran suspiro, y empezó a caminar hacia donde estaba su madre. Saúl solo le siguió con la mirada.-Lo siento- dijo Dylan, lentamente rodeo a su madre con sus brazos, envolviéndola en un cálido abrazo
Su madre trató de evitar el llanto pero tal vez fue imposible para ella. Sus lágrimas caían empapando por completo el hombro de su hijo. Pues claro, no tuvo buena relación al principio y ahora que la tenían el se iba para tal vez ya no regresar, era como si el mundo se pusiera entre ellos dos. Su corazón dolía, no quería pensar en dejar ir a su hijo, igual ya no había nada que hacer ya era tarde.
Saúl camino lentamente hacia donde ellos estaban, mientras recordaba cada momento junto con Dylan. Se culpaba al haberle enseñado el periódico aquel día, pero sabía que no podía hacer nada, tal vez influyó en la decisión de su amigo, pero Dylan era quien tenía la última palabra.
Dylan jaló a Saúl haciendo que se uniera al abrazo.
-Perdón por ser un berrinchudo, pensé en mi y no en el daño que podía ocasionarles-. Hablo Dylan con voz rota.
-Ya no importa- respondió su madre.
Saúl se separó del abrazo, vio su muñeca izquierda en la cual se encontraba el reloj, ya era hora de partir. Movió un poco a Dylan para avisarle que ya era hora de partir.
-Mamá, ya tenemos que irnos-.
Su madre rompió el abrazo, y seco sus lágrimas.
-vamos-.
Salieron de la casa, todos en silencio caminaron hacia aquella parada, en el camino se encontraron a más personas con uniforme, algunos iban solos, otros con familia y amigos. Había algo similar en todos ellos, y era la expresión de sus ojos, tal vez en el camino iban soltando risas y carcajadas, pero sus ojos mostraban preocupación, tristeza y miedo.
Llegaron al lugar, habían unos cuantos autobuses, y ya habían algunas cuantas personas.
-Los quiero-. Hablo Dylan, quedándose quieto enfrente de uno de los autobuses
Su madre lo abrazó con fuerza y susurrándole dijo un "Yo más".
-Prometo que volveré, así que no estén tristes, estoy y estaré con Dios, no se preocupen-. Beso la frente de su madre y luego abrazo a su amigo y le dio pequeñas palmadas en su espalda, para luego separarse.
-Se que Dios te cuidará y te protegerá, por eso mi corazón más tranquilo andará, rezaré por ti-. Su madre colocó su mano en la mejilla de su hijo, acariciando este suavemente.
-Yo también rezaré por ti Dy, además tú madre y yo estaremos juntos, así que no te preocupes por nosotros, nos cuidaremos mutuamente-.
-No sabes cuánto te lo agradezco, te recompensaré todo lo que has hecho por mi-.
Saúl iba hablar pero alguien más lo callo, empezaron a llamar, ya era hora de subirse al autobús.
Dylan los volvió abrazar, ninguno de los tres quiera separarse de aquel cálido abrazo.
-Ya ve, no querrás cagarla desde el primer día- dijo Saúl riéndose.
Dylan solo rio, hizo una seña con el dedo corazón, su madre al verlo le pegó levemente en el brazo, todos rieron. Ahora el castaño se despidió.
Se subió al autobús, buscó rápidamente un asiento cerca de la ventana. Bajo esta ventana y sacó su cabeza, el autobús arrancó y Dylan empezó a sacudir su mano y gritar cuanto los amaba.
-Te quiero mami.- dijo un joven en tono de burla. Dylan solo se sentó bien, quería ignorar aquellos tipos.
-Jajaja como se llamaba aquel tipo que dijo-. Comentó el de la par.
-Saúl-. Contesto riendo todavía.
-Saúl cuando vuela nos daremos la cogida del siglo.- aquel tipo trató de imitar su vos. Ambos rieron.
Dylan ya se había artado, se levantó de su asiento.- Tienes algún problema-. Dijo enfadado.
-Tranquilo, no te lo tomes todo apecho-. Dijo uno de los tipos, moviendo sus manos de arriba hacia bajo lentamente.
-Si me siguen Jodiendo se van arrepentir-.
-uuuuy, venga, yo no te tengo miedo estúpido-.
Dylan levantó su mano hecha un puño.
-Jajaja golpea, venga, métete en problemas, me encantaría ver cómo te las espantas para salvar tu pellejo y no ir a la cárcel-
Dylan suspiró y se sentó en su asiento, mientras que los dos tipos seguían burlándose de él.
-¿Viste a su madre?-
-Si, si, está tan buena-.
-Ese cuerpazo que tiene, ugh, me pone mal, me dan ganas de llevármela a la cama y hacérselo todo el día -.
"Hoy si hijos de su puta madre" Dylan estaba apunto de pararse, cuando alguien lo frenó.
-Ya ignóralos, no ganarás nada-. Comentó un chico de cabellos negros quien se pasó al asiento de la par, junto a Dylan.
-¿¡Cómo putas quieres que los ignore si se trata de mi madre?!-
-¿y qué ganarás?- dijo elevando una ceja, sus ojos celestes miraban con intigridad al ojiverde.
-Gracias por el consejo-. Dijo cruzando sus brazos e irritado.
-De nada-. Dijo sonriendo.- Soy Leo mucho gusto-. Extendió su mano hacia Dylan.
-Dylan-. Dijo aceptando su mano y moviéndola de arriba hacia bajo como un saludo. Aún así le extrañaba aquella reacción tan repentina.- El gusto es mío Leo.-
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Blue Heart
ActionEl inicio de una guerra suele ser fatal y destructivo, pero una guerra mental también podría llevar a la persona a situaciones complemente peligrosas. Dylan Bel tendrá que aprender a lidiar con estos dos tipos de guerras, mientras tendrá que tomar...