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2015, Santiago de Chile

Despierto con la respiración agitada y el cuerpo sudado. Miro a mi alrededor y me doy cuenta que sigue siendo de noche; busco mi celular bajo mi almohada. Cuando enciendo mi celular sale en grande el número 3. Son las tres de la mañana.

—¿Tuviste una pesadilla?

Miro a mi costado y Elliot me ve con sus ojos llenos de preocupación.

—Estoy bien, pero ¿podrías dejar de verme cada vez que duermo?

—Eres mi entretención, además adoro verte dormir—me estremezco ante su comentario y su sonrisa tranquila, pero solo volteo los ojos ignorando lo que dijo.

—Deberías dejar de hacer eso, sabes que me incomoda—digo mientras me levanto y camino hacia la escalera—Podrías aprovechar para salir o algo.

Escucho como este suspira mientras bajo la escalera para dirigirme a la cocina, cuando posa por el living veo el reloj que marca las 3 am, haciendo que me detenga en el lugar para ver la hora.

Desde hace un tiempo siempre despierto a esa hora dejándome extrañada y con la piel de gallina, entonces siento el respirar de alguien cerca de mi oído, cuando giro un poco la cabeza esta Elliot mirándome fijamente y de forma seria.

—Pensé que ya estabas algo acostumbrada a mí, a lo que soy.

Trago saliva mientras niego, me alejo de Elliot y retomo mis pasos a la cocina.

—Puede que hayan pasado unos cuantos meses desde que te veo, pero me sigue costando saber que eres—lo miro y esta aprieta los labios—Ya sabes, un fantasma.

Elliot asiente mientras sigue apretando los labios y mira hacia la ventana. Lo miro y siento mal por las palabras a pesar de que tengo razón ¿Quién además de yo lo puede ver?

El chico está muerto y tanto sus amigos como sus familiares no tienen la capacidad de verlo. Yo hace un tiempo tampoco podía verlos e incluso no creía en la existencia de los fantasmas.

Hasta el accidente.

Desde entonces fui capaz de ver fantasmas y Elliot fue el primero que vi dentro del hospital. Se convirtió en uno de mis amigos más cercanos, aunque en realidad no tengo muchos amigos.

—Lo siento, sabes que no es con intención decirte eso. Solo es...

—Difícil de manejar, lo se María, no es algo a lo que no esté acostumbrado, además—él se para y se acerca a mí—Eres la única con la que puedo hablar sobre todo, en verdad agradezco que me hayas hablado en el hospital.

—Ni lo digas, lo agradezco yo, eres uno de mis mejores amigos—digo y el sonríe mientras levanta una ceja.

—¿A pesar de que este muerto? —me río mientras asiento.

—A pesar de que estés muerto.

Nos abrazamos y me estremezco al sentir su piel fría contra la mía, no es el típico calor del cuerpo humano, pero nos separamos al escuchar un fuerte relámpago, ambos nos acercamos a la ventana y veo como afuera llueve demasiado, el movimiento de los árboles por el viento y las calles se iluminan con las farolas junto a los relámpagos.

No es algo común escuchar relámpagos y truenos en estos años. Sé que antes era así, pero en los 18 años que llevo viviendo en Santiago nunca había sido de esta magnitud.

—Despertaste otra vez por ese sueño, ¿verdad? —pregunta y mi respuesta fue solo asentir mientras sigo mirando por la ventana—No pensé que seguiría ese sueño.

—De vez en cuando vuelve, pero esta vez fue raro. Dentro del sueño estaba escapando, pero no se de quien o qué, solo sé que sentía todas las alarmas de mi cuerpo decirme que estaba en peligro. 

IntersticioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora