No mires al cielo...

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Este no era un día normal. El ambiente estaba enrarecido en esa mañana de otoño. La ciudad se notaba tensa y la gente en las calles parecía un poco más nerviosa de lo normal. Lo nublado del cielo, como si estuviese a punto de llover, y lo eléctrico del aire solo amplificaban esa extraña sensación como si algo inesperado, e impensado, fuese ocurrir; y yo, desde el balcón de mi apartamento ubicado en un antiguo edificio de una céntrica y transitada avenida de la ciudad, era testigo preferencial del extraño y lúgubre transcurso del día.

Ya era mediodía y unos furtivos rayos de sol se asomaban a ratos entre las nubes. El ritmo del día era lento, demasiado lento, como si el tiempo se negara a pasar. Parecía que había transcurrido una eternidad. Si tuviese que describir aquel atardecer con algunas pocas palabras lo definiría como frío, silente y de cierta forma tenebroso.

La televisión del salón estaba encendida y sintonizada en el canal de noticias. Estaban transmitiendo un programa de entrevistas al que yo no le prestaba mayor atención. En su lugar yo seguía en el balcón. Observando y fumando, esperando a que algo pasara. Sin razón tenía la sensación de que algo podría ocurrir. Un extraño presentimiento, una certeza casi perturbadora de que algo, no sé qué, iba a suceder.

Algo siniestro se percibía en el ambiente. Siempre se habla de la tensa calma que se desarrolla antes de la tormenta... o del caos. Definitivamente algo iba a suceder, algo que rompería esta supuesta apacibilidad. Hasta que finalmente, de manera imprevista, algo interrumpió la transmisión televisiva captando mi atención y de toda la ciudad.

Súbitamente el pitido fuerte e intermitente del sistema de alarma de emergencia (EAS) irrumpió en la transmisión televisiva. El sonido agudo de la alarma me paralizó por completo. Mientras tanto el desesperante y angustiante sonido de las sirenas de alerta de catástrofes que comenzaron a sonar unos segundos después en las calles paralizó a toda la ciudad. Una fuerte voz en off se escuchó desde el televisor. Una voz seria y algo robótica, casi carente de humanidad, comunicaba lo siguiente:

¡ATENCIÓN! ¡ATENCIÓN! ¡ESTE ES UN MENSAJE DEL SISTEMA DE EMERGENCIA NACIONAL! ¡TODAS LAS ESTACIONES DE RADIO Y TELEVISIÓN INTERRUMPEN SU PROGRAMACIÓN! ¡ESTO ES UNA EMERGENCIA! ¡ESTO NO ES UN SIMULACRO! ¡ESTO NO ES UN SIMULAC... (crujidos de interferencia).

Entré de inmediato y me puse de frente al televisor. El comunicado se entrecortaba debido a las interferencias y distorsión en la imagen. Lo único que no parecía alterarse era el fuerte pitido intermitente que sonaba de fondo del comunicado.

¡ESTO ES UNA EMERGENCIA! ¡ESTO NO ES UN SIMULACRO! ¡ESTO NO ES UN SIMULAC... (crujidos de interferencia en la señal televisiva) ¡CON URGENCIA BUSQUE PROTECCIÓN! ¡NO SALGA A LA CALLE! ¡ESTO NO ES UN SIMUL...(nuevamente crujidos de interferencia).

El comunicado de emergencia se cortó de manera fulminante, acto seguido la pantalla se quedó en negro con el siguiente mensaje escrito en letras blancas "NO MIRES AL CIELO". Ahora el pitido de fondo era continuo y mucho más suave como clara señal de que la transmisión había finalizado por completo. Con desesperación encendí la radio y busqué alguna emisora que estuviese transmitiendo, pero todas parecían muertas, solo ruido e interferencias. Cuando finalmente pude encontrar una señal solo alcancé a escuchar al locutor diciendo con un tono devastador "¡POR FAVOR! NO MIRES AL CIELO... y que dios se apiade de nosotros...", antes de que la transmisión se cortara por completo emitiendo un chirrido molesto y continuo.

Quedé paralizado por las palabras del relator y el abrupto final de su mensaje. Mi corazón se aceleró y mi cuerpo comenzó a tiritar preso de una descarga de pánico y una angustia casi aturdidora. Asustado regresé al balcón y miré nuevamente hacia afuera.

El cielo se había tornado de un extraño color anaranjado casi crepuscular. Fuertes y ensordecedores ruidos se empezaron a escuchar desde arriba. Detonaciones, que definitivamente no eran truenos ni nada parecido, y crujidos, como si un vidrio de gran envergadura se estuviese quebrando, parecían las trompetas que anuncian el apocalipsis. La actitud de la gente en las calles pasó de la incredulidad al espanto. Parecía irreal, parecía ciencia ficción. Los ruidos se estaban haciendo cada vez más y más intensos. ¡EL CIELO SE ESTÁ ABRIENDO! ¡¿QUÉ ES ESO QUE SE ESTÁ ACERCANDO?! ¡¿QUÉ ES LO QUE ESTÁ PASANDO?!

No puedo creer lo que se está acercando desde el cielo. Los gritos y lamentos de la gente se hicieron ensordecedores. Solo me hinqué a esperar lo inevitable.

Esto es el fin.

Que dios se apiade de nosotros...

No mires al cielo...

FIN

No mires al cielo...Donde viven las historias. Descúbrelo ahora