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Argentina
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ADARA

Recién llegada a Argentina, tras un vuelo que parecía haber durado una eternidad, descendí del avión con una expresión malhumorada y unas ojeras que rivalizaban con el tamaño de mis maletas, las cuales arrastraba con esfuerzo por el bullicioso aeropuerto.

Desde la perspectiva de los demás, mi aspecto y mi deambular apurado debían de hacerme parecer una persona desorientada. Incluso un guardia se acercó pensando que me había separado de mis padres, lo cual no era sorprendente considerando mi estatura, que rara vez superaba la de un enano.

Con paso rápido y decidido, esquivaba a la multitud que parecía abrumadoramente densa para mí, como si estuviera a punto de sufrir un ataque de claustrofobia.

-Definitivamente necesito un café -me murmuré a mí misma, una frase que había sido mi mantra durante todo el vuelo.

El deseo de café se había convertido en una obsesión mientras recorría el aeropuerto, hasta el punto de que estaba a punto de maldecir a una señora que se había colado en la fila de la cafetería.

-Vaya bienvenida a Argentina -suspiré pesadamente.

Tan absorta estaba en mis pensamientos que no me di cuenta de que alguien me llamaba desde lejos. Cuando finalmente la vi y escuché su voz (porque si, soy media ciega y media sorda.
), corrí hacia ella y la abracé fuertemente.

Era mi mejor amiga, Andrea.

-¡Adara! ¡No puedo creer que finalmente estemos juntas de nuevo! -exclamó, devolviéndome el abrazo con entusiasmo.

-¡Andrea! ¡Te he extrañado tanto! ¿Cómo estás? -pregunté con una sonrisa.

-Vivir sin tus chistes y tu esquizofrenia no fue fácil, pero sobreviví -respondió con una sonrisa traviesa.

-Bueno, ahora estoy aquí para torturarte de nuevo -bromeé.

Andrea era mi roca, mi compañera de risas y confidencias, y no había distancia que pudiera romper nuestra conexión.

Después de un largo tiempo, llegamos al departamento de Andrea, donde me recibió con los brazos abiertos.

-¡Bienvenida a tu hogar! -exclamó emocionada.

-¡Vaya, te has esforzado mucho en decorarlo! -observé el salón, minimalista como era característico de ella.

Dejé mis maletas a un lado y me senté junto a ella en el sofá, sintiéndome agotada por el viaje.

-Uff, te juro que hoy duermo toda la noche -suspiré, recostándome en su hombro.

-¡Qué dices! Hoy salimos de fiesta -declaró, tomándome por los hombros y agitándome con entusiasmo.

-No creo que tenga energía para eso, Andrea -respondí, dejando caer mi cabeza hacia atrás.

-Pero igual vas a ir, lo sé -dijo con una sonrisa de complicidad.

-No lo creo -respondí con una sonrisa orgullosa, sabiendo que ni loca iría a una fiesta después de un viaje tan extenuante.

...

Ahí estaba yo, en medio de una multitud tan densa que sentía que el aire comenzaba a faltar. ¿Un ataque de qué? Seguramente de ansiedad.

La música retumbaba por todo el lugar, las risas se mezclaban en el ambiente festivo, pero mi expresión cambiaba gradualmente a una mezcla de incomodidad y nerviosismo.

𝙌𝙪é𝙙𝙖𝙩𝙚 𝙘𝙤𝙣𝙢𝙞𝙜𝙤 [Spreen 𝑿 Tú]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora