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2; Un nuevo florecer

Bajo el resplandor que brindaba el amanecer a los jardines interiores del palacio, yacían cuatro figuras refinadas gozando de un exquisito desayuno en nombre del Tercer príncipe; en consecuencia, encima de la mesa había una variedad de platillos a su gusto.

A la cabeza de la mesa estaba situado el emperador, su padre. A la derecha estaba él a pesar de no ser el hijo mayor. Del lado contrario, a la izquierda del emperador estaba Taxian-Jun, quien lucía tan orgulloso como siempre, como todo joven héroe lo haría. Por último, estaba Mo Ran, quien le sonrió en el momento que percibió su mirada recaer en él.

—Disculpen —dijo una sirvienta que fue a dejar un tazón de cerezas caramelizadas.

—Una joven tan dulce como tu no debería disculparse así —dijo Taxian-Jun con una voz coqueta que sólo él podía hacer, al tiempo que tomaba con delicadeza una de las cerezas entre dos dedos, llevándola a sus labios. Antes de morder, lamió el caramelo de forma juguetona, lo que le hizo recordar como esa lengua recorría su piel, provocando un estremecimiento repentino. La lamió, dejando que el caramelo se escurriera en su boca, después de lamerla repetidas veces, por fin decidió morder la cereza, dejando que algo de jugo escurriera entre sus dedos. Ladeó la cabeza, y comenzó a lamerse los dedos, siendo sugerente a propósito mientras observaba a la sirvienta sonrojada.

—¡Taxian-jun! ¿Qué descaro es ese?

Ante esa llamada de atención, se dio cuenta de que lo que había visto lo dejó con la boca seca.

La atmósfera de tensión fue interrumpida por el repentino reproche de su padre, y la estruendosa risa de su hermano mayor. Observó como a un lado de Taxian-jun, Mo Ran suspiraba con diversión, ignorando las ocurrencias del otro.

Al ver la reacción de los otros dos, se sintió sucio. Había comenzado a tener pensamientos inapropiados por una simple broma que él solía hacerle a sus sirvientas, pero después de lo que pasó, fue incapaz de no ver de otra manera a su querido hermano mayor.

Intentó fingir su calma habitual a pesar  de todo.

—Nuestro Wanning por fin podrá ir a las misiones —exclamó una voz alegré. Mo Ran, quien no era consciente de su tormento le sonrió animado, remarcando esos hoyuelos que le hacían lucir una ingenuidad encantadora.

Sintió su angustia desvanecerse al ver esa brillante expresión en el rostro de la persona más dulce que conocía. A pesar de que sus dos hermanos lucían idénticos, Mo Ran nunca tuvo la vibra salvaje característica de Taxian-jun, él en cambio era más honrado, fácil de tratar.

—Mi hijo ya es todo un hombre —dijo Chun Xu con un orgullo palpable en su voz, no menos que el que siempre le había profesado a todos sus hijos.

Chu Wanning asintió con una pequeña sonrisa.

Así pasó su mañana degustando postres mientras conversaba con su padre y sus hermanos, lo que probablemente sería la ocasión más tranquila de su día.

Después de terminar con el desayuno, se dirigió a sus aposentos para cambiarse la túnica blanca que en un descuido fue manchada.

Se quito la ropa bajo la mirada nada discreta de su sirviente. El mismo le consiguió otra túnica, y se la puso lentamente, asegurándose de que sus dedos rozaran su piel magullada por las marcas.

Cada segundo de contacto entre ellos fue incómodo, por momentos sentía que Shi Mei de repente acabaría con las distancias entre ellos y volvería a tocar la piel con sus labios, por suerte para él, eso no pasó.

Mientras iba caminando por los jardines, observó su alrededor lleno de ostentó por todos lados; decoraciones doradas, fuentes tan claras como los manantiales de inmortales, y sirvientes vestidos con las más finas telas. Todo eso no era más que apariencia, una demostración de poder y riqueza al enemigo.

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⏰ Última actualización: Mar 30 ⏰

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Haitang Teñido De LujuriaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora