—Debiste darme un poco de tiempo para alistarme antes de venir.— Dijo la rubia un poco abrumada.
—En realidad iba a ser así, pero me disgustó verte cerca de rata de alcantarilla. Eres muy linda para él.— Se quejó.
—No sabía que eras celoso.— Bromeó la mujer, sacándole una tímida risa a Creed, quien se sonrojó al segundo.
Le encantaba usar su privilegio por ser bonita, le facilitaba las cosas. ¿Muy caprichosa? Qué importaba, todos sabían que lo era. Cualquier ser sería incapaz de decirle que no.
—¿Y qué tal está tu padre? ser el doctor privado del presidente de Panem le debe hacer sentir insuperable.— Preguntó, elogiando al mencionado.
Isabella esbozó una sonrisa.
—Está increíblemente saludable, más codicioso que nunca.—
Los jóvenes charlaban sentados en unas sillas majestuosas, doradas y con cojines rojo vino, el cálido olor a rosas se esparcía por todo el lugar, la mesa era de un oro presuntamente caro, llena de serpientes históricas a los costados.
—Aquí tienen su orden.— El mesero interrumpió para dejar sus pedidos en la mesa.
—Muchísimas gracias.— Agradecieron ambos.
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El pelirrojo acompañó a Reith hasta su casa, despidiéndose
de ella con un pequeño beso en la mejilla. Al entrar a la casa, se aseguró que nadie oyera sus pasos, ni siquiera se atrevió a encender la luz, cada músculo de su cuerpo sentía tensión, necesitaba llegar a su cuarto lo antes posible.—Son las tres de la mañana, Isabella.—
Una voz ronca y las luces de la sala lograron que se paralizara en la zona donde se encontraba. El nerviosismo recorría su anatomía como si fuese flash, la persona la cual descubrió que llegó a la una de la mañana fue su padre, había cometido un error, porque ella no le avisó a qué hora volvería, es más, ni que iba a salir con un hombre. Tragó saliva antes de recomponerse para hablar.
—Padre, prometo que-.—
—No es necesario explicarlo, Snow me contó que saliste con el señor Festus Creed. La hora en la que llegaste es un poco cuestionable, espero no hayas estado cometiendo actos indebidos con alguien que ni siquiera es apto para ser parte de los Reith.—
—Mierda.— Fue lo que pensó ante el sermón de su padre.
—Pero.—
—Sin peros.— Contraatacó.
—Se lo ruego, padre, déjeme explicar lo que sea que le haya dicho Coriolanus.— Imploró.
El pobre viejo canoso soltó un pesado suspiro e hizo una seña con su mano para que ella prosiguiera.
—Creed no es alguien de mi interés, amistad es lo único que tenemos. Estoy consciente de que él no es mi tipo, sé las asquerosidades que ha hecho, padre, sabes que no soy un blanco fácil." Explicó. "Aún así, quiero que recuerdes que tengo veinte años ya, no siempre te diré lo que haga, soy una adulta.— Concluyó.
—El único que es capaz de darte una buena vida y saber disfrutar de nuestro apellido es Snow.— Fue lo único que respondió.
Isabella trató de calmarse antes de soltar alguna estúpida palabra enfrente de su mayor, el esfuerzo era tan grande, pues le cabreaba la mínima mención de su compañero de clases cuando ella esperaba una respuesta más coherente.
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Labios. Coriolanus Snow. +18
RomanceDonde dos universitarios ciudadanos del Capitolio, cegados por poder, descubren el sentimiento de enamorarse y desearse desesperadamente.