Antes de...

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Te fuiste un 10 de diciembre (lo sé porque llevo una libreta en donde escribo todo) , fue ese fin de semana en que te acompañe a Santiago, sin saber que sería la última vez que vería a tu familia y el último fin de semana que compartíriamos; es extraño porque de alguna forma ya sabía que estaba ante una despedida a tu familia, que me recibió tan bien durante estos 4 años; sin querer, las palabras nacieron y le agradecí todo a tu mamá, como cuando uno agradece a alguien cuando sabe que no se volverá a ver.

Ese día viernes recibí por última vez lo que sería una caricia tuya; ya el día sábado vinimos a buscar tus cosas con tu papá, fue doloroso ver cómo guardabas cada una de tus cosas en bolsas y como te ayudaba a transportarlas al auto (aún no terminábamos, pero la muerte anunciada se acercaba), lágrimas cayeron de mis ojos, me abrazaste; cuando ya estaba todo arriba era el momento de tu partida, te fui a dejar al portón y nos abrazamos, te dije que te quería y me sonreíste con un también. Vi como te alejabas, mis lágrimas no se contuvieron (siempre tan sensible).

Conversamos de vez en cuando por WhatsApp, durante esa semana (semana antes de dar por terminada nuestra relación); comencé acercarme a Dios, más de lo que estaba antes, me entrego consuelo ante una semana de incertidumbre (aún me da consuelo, el que es creyente sabra de lo que hablo).

Esa semana hice cambios en la pieza, en el salón estudio sobre todo, como terapia, como forma de concentrar mi mente en otra cosa que no fuera pensar en ti (pero igual te aparecías de vez en cuando).

Ahora mientras escribo, veo como titila el cursor esperando que continúe escribiendo y pienso, ya han pasado dos semanas desde que te fuiste y aún te extraño (claro que lo haré, fuiste muy importante para mí y solo han sido dos semanas de tu partida y una donde todo acabo).

Mi reparaciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora